La cara B de la mascarilla: de salvar vidas a complicar la existencia a los niños

Gripe A, bronquiolitis, Covid... las enfermedades respiratorias se han adelantado y muchos niños han pasado estas fiestas en cama. No hay una única causa: a la mejora en la detección de virus, se suman otras hipótesis más controvertidas como la que defiende que la sobreprotección de los menores genera un efecto rebote

Qué es la «deuda inmunitaria» y por qué enfrenta a quienes intentan explicar el aumento de virus en niños

Al comienzo de curso, solo el 45,5% de los niños tenía la pauta completa de la vacuna RODRIGO PARRADO

Aunque estas hayan sido las primeras Navidades de las de antes, en muchos hogares españoles ha habido una reminiscencia a diciembre de 2020. El por entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, se metió en el jardín de los allegados suscitando casi dudas de parentesco en ... las familias. Parece lejano, pero hace un par de años la culpabilidad era juntarse con unos cuantos para cenar en Nochebuena. El tiempo de descuento de 2022 no ha sido eso, pero seguro que también usted conoce a alguien que conoce a alguien que tiene niños pequeños que han pasado estas fiestas en la cama y con fiebre.

La gripe A, la bronquiolitis o incluso el Covid-19 –la llamada tripledemia– ha tenido la culpa. Y de ahí la reminiscencia.

«Oye, que al final no vamos». Así arrancaba la inevitable llamada de María, madre de una niña de 9 años, que llegó a dudar si acudiría el día 24 a casa de sus padres si su hija seguía dando positivo en gripe A. La pequeña Ana, al igual que más de la mitad de sus compañeros de clase, llevaba semanas empalmando un virus con otro. La Atención Primaria en Cantabria, lugar de procedencia de esta familia, ha estado tres meses atendiendo a más niños de la cuenta, pero no es un caso aislado de esta comunidad.

En Castilla y León, el pico de bronquiolitis se superó hace quince días y la incidencia va en descenso después de que en algunos hospitales hayan tenido que ampliar camas en las UCI pediátricas y recurrir a personal de refuerzo. Los profesionales destacan a este diario que este año se ha adelantado la llegada de este virus, que provocó la muerte de un bebé en el hospital de Salamanca en diciembre, respecto a otros años y que sí se ha podido notar su incidencia en la afluencia de pacientes a urgencias y en la Atención Primaria.

Urgencias saturadas

Son precisamente los menores de dos años los que corren más riesgo si se contagian de bronquiolitis. El virus respiratorio sincitial (VRS), también conocido como «virus de los bebés», ha irrumpido este año con especial virulencia y ha desbordado las unidades de cuidados intensivos pediátricas en comunidades como Cataluña, en la que a finales de diciembre estuvieron sobrepasados por la avalancha de ingresos. El 12 de diciembre había en Andalucía 240 niños contagiados de VRS, 48 de ellos en la UCI. Dos semanas después, el número de menores ingresados por esta infección respiratoria era de 170, de ellos 34 en cuidados intensivos.

Baleares tampoco se ha librado. Desde que se inicio la vigilancia centinela por virus respiratorios, en la semana 40 del año, hasta la semana 50 del 12 el 18 de diciembre, han estado ingresados en las islas en algún momento 118 niños de 0 a 4 años y 25 niños de 5 a 14 años por una enfermedad respiratoria grave.

Todo empezó en Estados Unidos y se terminó trasladando al continente europeo haciendo que saltaran las alertas en la OMS y la ECDC. En Reino Unido, Francia y Holanda se han dado, además, varios casos de estreptococo en menores, llegando a causar la muerte de 19 niños en el primero de los países mencionados. Cabe por tanto preguntarse si están pagando los niños las últimas consecuencias de la pandemia o a qué se debe el adelanto en la circulación de enfermedades respiratorias en menores. Según varios expertos consultados por este periódico, las hipótesis y posibles causas son múltiples.

Para Quique Bassat, portavoz de la Asociación Española de Pediatría especializado en epidemiología, lo que ha ocurrido esta Navidad es consecuencia de algo que los pediatras y los infectólogos conocen bien: cuando un niño no se expone ni se enfrenta a patógenos es imposible que genere inmunidad frente a ellos. «Todas las medidas que pusimos en marcha para frenar la expansión del coronavirus han tenido como efecto adicional dificultar la interacción con otros microorganismos, a los que les cuesta mucho circular si no encuentran humanos a quienes infectar. Ha habido una alteración de patrones estacionales típicos y el adelantamiento de este año del virus respiratorio es un ejemplo clarísimo».

Julio García, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades infecciosas y Microbiología clínica (Seimc) argumenta que clásicamente, la temporada empezada en octubre y en febrero ya empezaba a decaer. Duraba hasta marzo, e incluso hasta abril, pero este año la novedad ha sido que hemos estado viendo gripe incluso en verano.

Para Quique Bassat, los niños que acababan de nacer al principio de la pandemia han sido los más perjudicados. «Muchos de los menores que entonces eran recién nacidos o muy pequeños han experimentado en las últimas dos semanas su primera infección y por eso hemos visto esos picos en la transmisión de muchos patógenos. No solo el virus respiratorio sincitial, sino también otros muchos como el que causa la gastroenteritis», apunta.

También incide en que en años previos al Covid, los padres no se planteaban si preferían que su hijo se contagiase antes o después. «Siempre hemos dejado que los niños se expongan a patógenos que circulan sin ningún miedo, pero ahora somos más cautos, más sobreprotectores. Antes nadie hacia nada especial para evitar que los niños se infectasen. No hay que causar alarmas innecesarias, se trata de procesos naturales en el menor y pasa un poco como con la varicela: cuando tienes un niño con esta enfermedad en la familia y tiene hermanos, el consejo que da el pediatra es dejar que se infecten todos porque así la pasarán pronto y de forma leve».

La idea a la que apunta Bassat es lo que tradicionalmente se ha denominado 'hipótesis de la higiene': la excesiva asepsia en menores termina por debilitar su sistema inmune y provoca que sean propensos a enfermar. Se trata de una controvertida teoría para la que se ha acuñado un nuevo concepto: la llamada 'deuda inmunológica', una forma técnica de explicar que ya que los niños no tuvieron contacto con ningún virus durante la pandemia, y se les ha obligado a llevar la mascarilla durante un periodo prolongado en el tiempo, su sistema inmune estaría 'en deuda'. No sería capaz ahora de reconocer los virus y se estaría produciendo un efecto rebote, una falta de entrenamiento del sistema inmunitario.

Aceptar esta hipótesis supondría dar por hecho que aquel que no pasa un año la gripe tiene más riesgo de desarrollarla grave al siguiente. Pero esto no es del todo así. Julio García, portavoz de la Seimc, refiere que la gripe es un virus que lleva muchos años conviviendo con el ser humano y aunque no tengamos niveles de anticuerpos muy elevados, existe la llamada inmunidad celular, que tiene memoria, y es la que hace que, frente a coronavirus, la enfermedad sea leve.

La hipótesis de la higiene podría explicar, en parte, el calvario que muchos niños españoles han pasado estas fiestas. Pero tanto García como Bassat coinciden en otro elemento que no se nos puede escapar: en los últimos tres años se han avanzado muchos pasos en los sistemas de detección de virus. El último comenta que, ahora, «somos capaces de poner a los virus primer apellido, segundo, y casi lo secuenciamos. Es cierto que estamos diagnosticando mejor, pero tampoco es necesario ni indispensable y añade un grado más de preocupación».

La caja de cristal

Habría una tercera y paradójica causa, esos padres que, alarmados, han sobreprotegido a sus hijos desde la llegada de la pandemia, han evitado vacunarles en un porcentaje elevado, sobre todo si se comparan las tasas de inmunidad en otros grupos de edad. El pasado septiembre, con la vuelta a los colegios, solo el 55,4 por ciento de los niños de entre cinco a once años se habían puesto una dosis de la vacuna y el 45,5 tenía la pauta completa. Para García, existiría una especie de «deuda psicológica» que mucha gente tendría aún que superar. «Es verdad que el equilibrio entre no ser un negacionista irresponsable y tampoco pasarte de frenada, es importante».

En la misma línea, Patricia Guillem, catedrática de Epidemiología, Salud Pública y Medicina Preventiva en la Universidad Europea de Valencia, remata: «Puedes intentar meter a tus hijos en una caja de cristal pero ante el mínimo descuido pueden llegar a contagiarse. Por muy buenas que sean las medidas preventivas, siempre habrá un momento de descuido en el que puede producirse el contagio. Las vacunas son más efectivas que las cajas de cristal y la sobreprotección excesiva».

María, la madre preocupada por que su hija con gripe A pudiera contagiar a sus padres, termino por entender que no merecía la pena volver a pasar una Navidad con la escrupulosidad pandémica. También aprendió que la mascarilla es un complemento que ha salvado muchas vidas, pero que hay que saber quitarse.

Artículo elaborado con información de: Miriam Antolín, M. Moguer, Esther Armora y Mayte Amorós

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