El calor pone a prueba las ciudades: «Sistemas que vemos básicos podemos dejar de tenerlos»
A partir de los 35 grados se complica el suministro energético. Con 40, las vías férreas sufren dilataciones y a partir de los 45, el asfalto puede deformarse. A los 47, comenzarían a cancelarse algunos vuelos, incapaces de despegar
Las reservas de agua están en su nivel más bajo en casi 30 años y algunas localidades imponen las primeras restricciones
Madrid
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Iniciar sesiónEl calor extremo está poniendo a prueba las ciudades. El ejemplo más claro en este verano está en Reino Unido, donde la histórica ola de calor dilató las vías ferroviarias y obligó a cancelar los vuelos en el aeropuerto de Luton (Londres) porque ... la pista de aterrizaje se había deformado por las altas temperaturas. La planificación urbanística, las infraestructuras o los materiales se concibieron para aguantar unas condiciones más benévolas. En España, la proyección de los efectos del cambio climático tampoco es halagüeña. Las olas de calor aumentarán en intensidad, en duración y en frecuencia. ¿Hasta dónde aguantan las ciudades?
A partir de los 35 grados se complica el suministro energético en las ciudades. Con 40, las vías férreas sufren dilataciones y a partir de los 45, el asfalto puede deformarse y se vuelve traicionero. A los 47, comenzarían a cancelarse algunos vuelos, incapaces de despegar. Y el límite de los transformadores de las subestaciones eléctricas está en algo más de 50 grados. Mientras, los umbrales a partir de los que se dispara la mortalidad dependen de la zona: 26 grados en La Coruña, 34 en Madrid y 40 en Córdoba.
Los transformadores eléctricos pueden soportar más de 50 grados de temperatura ambiente y casi de 80 en su interior. Algo que parece poco probable de alcanzar. «Los verdaderos peligros vienen a nivel de consumo, porque se genera un pico muy elevado de demanda eléctrica y puede que no seas capaz de cubrirlo, da problemas de servicios», contaba a ABC José Luis Domínguez, responsable del grupo de sistemas eléctricos del Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC). La entidad participó en el programa Resccue, de la Comisión Europea, que buscaba averiguar si las ciudades están preparadas para el clima del futuro. No hay una temperatura exacta a la que la ciudad «colapsaría» –depende de muchos factores–, pero sí preocupa un efecto cascada.
Caída de sistemas básicos
En un caso extremo (la red está diseñada para poder funcionar aunque caigan varios elementos), «si te falla el sistema eléctrico, el de agua también, porque fallan las bombas», decía Domínguez. Además, las telecomunicaciones funcionan peor con calor. Las antenas tienen que hacer un esfuerzo mayor y, aunque cuentan con baterías independientes, si hay un fallo persistente en el suministro de energía, en unas horas podrían comenzar los problemas con las comunicaciones. «Muchos de los sistemas que vemos como básicos podemos dejar de tenerlos –aseguraba Domínguez–, de ahí que tengamos que mejorar las previsiones y proteger el sistema».
También podría tener problemas si piensa en coger un avión. El récord oficial de calor en España se sitúa ya en los 47,6 grados medidos en La Rambla (Córdoba) el 14 de agosto de 2021. Y precisamente con 47 grados el aire pierde densidad. Los aviones ven reducida su capacidad de empuje y necesitan una «carrera» más larga para lograr potencia. Un informe del Gobierno, de 2013, sobre las necesidades de adaptación del transporte reconocía que, en episodios de calor extremo, «podría llegar a aplicarse restricciones de operación a los aviones más pesados por escasez de longitud de pista». Pasó en Phoenix (EE.UU.), en 2017, donde se cancelaron decenas de vuelos por una ola de calor que elevó los termómetros hasta los 49 grados. «Sería conveniente valorar incrementar la longitud de pista», recomendaba el informe.
«Ahora mismo las infraestructuras no están preparadas», aseveraba a ABC Vicent Esteban Chapapría, presidente de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Frente a los episodios extremos necesitamos adaptarnos. Y todavía hay mucho por revisar.
En Reino Unido, por ejemplo, alcanzar los 35 grados es un problema para la red de ferrocarriles, y no solo porque los trenes no cuenten con aire acondicionado. Las vías sufren dilataciones y tienen que dejar de operar. ¿Y en general? A partir de los 40 grados se complica (este transporte), pero no es tanto por la temperatura máxima, sino por el diseño. No se pueden superar los 15 grados de diferencia entre la temperatura prevista para la vía y la realidad.
También hay que ser cauteloso en las carreteras. Los pavimentos de materiales asfálticos se comportan mucho peor frente al calor porque se reblandecen, frente a los pétreos u hormigones. La posible alternativa del futuro se busca en la fibra de vidrio. La buena noticia es que el calor extremo no parece un problema, a priori, para los coches. El líquido refrigerante funciona a unos 90 grados. Mientras no supere los 105 o 110 grados no hay problema. Eso sí, cuidado con tocar la chapa. Una carrocería oscura puede llegar a 80 grados.
Superficies urbanas a 50 grados más
¿Y si se queda en casa?, se preguntará ahora. Porque, en días calurosos y soleados, «las superficies urbanas pueden llegar a estar hasta 50 grados más calientes que el aire», explicaba a ABC Erica Martínez, investigadora del ISGlobal, centro impulsado por La Caixa. El problema reside en que los materiales que se utilizan para construir absorben y reflejan la radiación solar; almacenan y liberan calor. Acaban creando el efecto «isla de calor» que, en el caso de Madrid, lleva a una diferencia de hasta 7 grados de temperatura entre la periferia y el centro, según un estudio de las profesoras de la Universidad Politécnica de Madrid Emilia Román y Carmen Sánchez-Guevara. Algo que también influye en la demanda de refrigeración: los edificios de las zonas céntricas de la capital tuvieron una demanda hasta un 40% mayor.
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Lo importante es que la temperatura corporal se mantenga en torno a los 37 grados. «Una persona puede soportar un aumento de hasta 3 grados sin consecuencias para la salud, siempre que sean individuos sanos», explica Martínez. Pero ante un problema de suministro eléctrico o de pobreza energética, es necesario reducir el calor en las ciudades: techos blancos, zonas verdes, pavimentos fríos o edificaciones con aislamiento ya están entre las propuestas para evitar llegar al límite. En algunas ciudades, incluso, se han comenzado a crear 'refugios climáticos' para hacer frente a los episodios de calor extremo.
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