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Aumentan los ictus entre menores de 60 años tras la pandemia

Los expertos lo atribuyen, en parte, a un «mal control» de los pacientes con factores de riesgo por el colapso sanitario

Angélica Pérez, que sufrió un ictus, posa junto a su hija Adrián Quiroga
Esther Armora

Esther Armora

Barcelona

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Tenía 37 años, una hija de siete y llevaba una vida sana. Tampoco tenía, a priori, ninguna enfermedad declarada que le augurara un problema grave de salud. A Angélica Pérez le cambió la vida un ictus sin que su cuerpo le hubiera enviado ... señales de alarma. Ella cree que sí las hubo pero que los médicos no las detectaron porque el sistema estaba colapsado por la pandemia y sólo atendían las emergencias. En julio de 2020 la operaron de varices; también le salían moratones con facilidad. Todo apuntaba a problemas del aparato circulatorio pero, según denuncia, «nadie fue más allá porque querían resolver el problema rápido. Estaban desbordados». Un año después del ictus, cuando la sanidad empezaba a recuperar el pulso, le diagnosticaron una predisposición genética a sufrir trombos y un problema de corazón, del que se está tratando. «Si lo hubieran visto antes, según me han reconocido algunos médicos, probablemente se hubiera podido evitar el ictus», señala.

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