El auge de los testamentos solidarios: «Estoy viva gracias a la investigación y se lo quiero devolver»
Españoles cada vez más jóvenes destinan parte de su herencia a la ciencia y al estudio contra el cáncer. Quieren dejar un legado que «impulse los avances y trasmita valores a las próximas generaciones»
En 2024, las ONG recibieron 48 millones de euros en legados y el 50% de los que hicieron un testamento pidieron información para dejar sus bienes a instituciones sin ánimo de lucro
Herencias para salvar la investigación
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Iniciar sesiónDejar una herencia es, en el fondo, escribir un mensaje al futuro. Cada vez más personas en España deciden que ese mensaje vaya más allá de su círculo familiar e incluya una causa que trascienda su vida. Así nacen los testamentos solidarios, documentos en lo ... que se reserva una parte de la herencia —grande o pequeña— para financiar proyectos de investigación, programas de ayuda humanitaria o iniciativas sociales. En el caso de la investigación contra el cáncer, esos legados permiten sostener ensayos clínicos, abrir nuevas líneas de estudio y salvar vidas que de otro modo no tendrían opciones.
Ana tenía 49 años cuando la palabra cáncer irrumpió en su vida con tres niños pequeños en casa. Hoy, a los 57, convive con un cáncer de riñón en tratamiento, hace vida «bastante normal» y repite una idea que se ha vuelto su brújula: «Estoy viva gracias a la investigación, y quiero devolvérselo a la ciencia», explica. Por eso ha tomado la decisión de incluir a CRIS contra el Cáncer en su testamento. «No desheredo a nadie, mis hijos reciben lo que les corresponde. Lo que hago es aportar un grano de arena a la investigación. Mis hijos lo entienden perfectamente; saben que esto también les beneficia a ellos y a las generaciones futuras», sostiene.
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Lo que late detrás de la historia de Ana es un razonamiento sencillo: la investigación transforma pronósticos: «He visto curarse enfermedades que antes eran incurables», dice. Ella misma participó en un ensayo clínico y recuerda a dos amigas con tumores «de muy pocas posibilidades» que hoy viven gracias a los avances científicos. Por eso compara su decisión con la donación de órganos: «Donar órganos ayuda a una persona, un testamento solidario ayuda a miles». Y subraya un punto legal que suele pasar desapercibido: la legítima de los hijos está blindada por ley. «No les estoy quitando nada, dejo a mis hijos lo que les corresponde y una parte a CRIS».
Ese malentendido, la idea de «se lo quitas a los tuyos», es uno de los grandes frenos simbólicos de esta forma de solidaridad. Alicia Najarro, directora legal de CRIS contra el Cáncer, lo deshace con bisturí jurídico: «Un testamento solidario nunca priva a los herederos legales de lo que les corresponde. Siempre hay una parte disponible que puede destinarse a una entidad». Y recuerda además que el trámite es «sencillo, barato y reversible». «Se hace ante notario en unos 20 minutos y puedes modificarlo cuantas veces quieras». Najarro también aporta un dato que vertebra la lógica del gesto. En el caso de CRIS, «el 100% de lo recibido va a la investigación», y las ONG de interés general están exentas del impuesto de sucesiones, de manera que la totalidad del legado llega a proyectos científicos. Incluso si el testador desea que vaya a la investigación de un cáncer o proyecto en concreto, con protocolos que garantizan el cumplimiento de esa voluntad.
Interés social en aumento
El gesto de Ana no es aislado. En España, el testamento solidario ha crecido en volumen y visibilidad en los últimos años. En 2024, las ONG recibieron 48 millones de euros a través de herencias y legados, según la plataforma HazTestamentoSolidario.org. La cifra es algo menor que el récord de 2023 (en torno a 55 millones), pero el interés social y la intención de testar con fines solidarios sigue en alza. El año pasado, el 50% de las personas que hicieron un testamento pidieron información sobre los testamentos solidarios. Buena parte de esta ola de concienciación se encendió cuando en 2018 un matrimonio de Barcelona legó 1,5 millones de euros al IRB Barcelona para la investigación del cáncer y metástasis. Aquella historia, contada entonces por este diario, simbolizó un cambio cultural y convirtió al testamento solidario en un gesto capaz de transformar el duelo en inversión de futuro.
En 2024, la mayor parte de los legados solidarios fueron donaciones relativamente pequeñas, en torno a los 8.500 euros, aunque también hubo herencias de gran tamaño que hicieron que el importe medio de cada testamento superara los 60.000 euros. Territorialmente destacan Madrid, Cataluña, Andalucía y la Comunidad Valenciana por volumen de legados consolidados.
«Que nuestro gesto ayude a que el cáncer sea tratable»
Detrás de las cifras hay historias concretas, como la de Pilar. Tiene 59 años, superó hace cinco un cáncer de endometrio en fase inicial, y ahora, junto a su marido, ha decidido dejar toda su patrimonio a la investigación. «No tenemos hijos, y las herencias muchas veces son un problema en las familias. Nosotros preferimos que nuestro esfuerzo, todo lo que hemos conseguido tras años de trabajo, sirva para algo». Una vez tomaron la determinación, ordenaron papeles, acudieron al notario y dejaron por escrito su decisión. «No fue un arrebato», explica Pilar, sino la consecuencia de «conversaciones y de querer dejar las cosas bien». Ahora, cada línea de investigación nueva que se abre «les da alegría». «Queremos que, si el cáncer no se elimina, al menos nuestro gesto ayude a que sea tratable, compatible con una buena calidad de vida y con redes de apoyo para quienes lo atraviesan en soledad».
Pero no todo ha sido fácil, y es que este matrimonio también ha tenido que lidiar con comentarios que han juzgado su decisión, con la intención de generar en ellos la duda. «¿Y si el dinero no llega?, ¿Pero estás segura de que no quieres dejar nada a tus sobrinos?, ¿Cómo sabes que no lo van a gastar en otras cosas?», son algunas de las cuestiones que le han planteado a Pilar, a lo que ella ha respondido con una receta simple, informarse. «Yo siempre les digo, leed, preguntad, informaos», y afirma que «luego, cuando el cáncer toca de cerca, esas dudas curiosamente siempre se evaporan».
Hasta ahora, Pilar y su marido entraban en el perfil típico del testador solidario. Personas alrededor de los 65 años y sin descendencia directa. No obstante, las organizaciones detectan un cambio de tendencia. Cada vez hay personas más jóvenes, incluso con hijos, que reservan un porcentaje para una causa sin tocar la legítima. «El testamento ha dejado de ser un tabú y se ha convertido en una herramienta para ordenar la vida, tengas la edad que tengas, y para trasmitir valores», señala Najarro. En concreto, la propia organización Cris contra el Cáncer ha visto como en el último año se han duplicado los testamentos en los que aparece mencionada.
Gratitud hacia las ONG
No obstante, el fenómeno no se limita a la investigación del cáncer. Cada vez más personas incluyen en su herencia a organizaciones como Save the Children, Greenpeace, fundaciones educativas o Médicos Sin Fronteras (MSF), que en 2024 registró un 20% más de testamentos solidarios y sumó 11,5 millones de euros por esta vía. Las motivaciones se repiten: gratitud por lo recibido, coherencia con los valores de toda una vida o la esperanza de que, al partir, algo suyo siga cuidando de los demás.
Ana quiere que sus hijos «recuerden que me preocupé por ellos y que aprendan a ser solidarios». Pilar busca que su herencia no se convierta en una disputa sino en un bien común. Quienes eligen a MSF piensan en los que sufren en los rincones más remotos del planeta. Todos ellos comparten la misma convicción: un testamento puede ser mucho más que un reparto de bienes, puede ser una declaración de principios. Un gesto silencioso que prolonga la solidaridad más allá de la propia vida y siembra futuro para quienes vienen detrás.
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