crisis en la salud mental de los adolescentes
«Asisto al niño en el instituto, pero no sé si fuera se queda solo»
Un centro valenciano con casos graves de salud mental clama por la falta de medios
Los intentos de suicidio juvenil desbordan los servicios de salud mental
Valencia
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Iniciar sesiónLa dimisión en bloque de la dirección de un instituto de Educación Secundaria en la localidad valenciana de Mislata ha sacudido a la comunidad educativa y ha puesto sobre la mesa la falta de recursos para atender los casos graves de salud mental. ... En el IES La Moreria suman 15 procedimientos abiertos actualmente por conductas suicidas, autolesivas o violentas en alumnos que son, en su mayoría, el «grito de auxilio» de los adolescentes ante depresiones o brotes psicóticos derivados de la pandemia. La dificultad para gestionar las emociones se convierte, además, en un obstáculo para su aprendizaje.
Los profesores de este centro público –con medio millar de estudiantes– se quejan del «desamparo» que sufren por parte de la Generalitat, que ha reconocido fallos y ha movido ficha para atender sus reivindicaciones. Entre ellas, más personal de Pedagogía Terapéutica o atención domiciliaria para alumnos con trastornos. Pero el de La Moreria no es un caso aislado en la Comunidad Valenciana: de la preocupación por los barracones se ha pasado a los incidentes relacionados con la salud mental. «No hay mal ambiente en los centros. Tampoco en el instituto de Mislata, ni el alumnado es especial, ni está atemorizado en el aula», señala a ABC una fuente próxima a este centro educativo que prefiere mantenerse en el anonimato.
Dimite la dirección de un instituto valenciano con 15 casos graves de salud mental por el desamparo de la Generalitat
Toni JiménezEl profesorado del centro situado en Mislata denuncia la falta de recursos para hacer frente a conductas suicidas o violentas y a la integración de los alumnos extranjeros
Protocolos hay, pero deberían ser más efectivos. «Nos vamos a casa mal muchas veces al ver que hacemos todo lo que podemos, pero mañana puede ser otro chaval. De repente tenemos una emergencia, llamas a los padres y no sabes realmente si se lo llevan a casa o a un hospital», explica. El tabú sigue imperando y algunos progenitores no trasladan lo que les ocurre a sus hijos, por lo que tampoco figuran en las estadísticas oficiales. Eso obliga a crear redes para actuar en casos de alarma. «Son unas edades que necesitan que les escuchen más que nunca. Gestionamos que siempre tengan a alguien con quien hablar, ya sea su tutor, un compañero o el departamento de orientación», apunta en base a su experiencia.
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Como en muchas otras materias, la prevención adquiere un papel fundamental. Hay pocos psicólogos clínicos y menos en el ámbito escolar. Recurrir a uno privado casi nunca es una opción por el elevado coste para las familias. «La educación está en un vértice del triángulo, pero necesitamos el apoyo de la sanidad y los servicios sociales. A veces pasan cosas y no les dan cita hasta dentro de seis meses y tenemos que ser nosotros los que intervenimos y damos asistencia cuando no estamos lo suficientemente preparados. Cuando abrimos un protocolo, no sabemos lo que ocurre con el niño fuera del instituto. Necesitamos saber qué seguimiento se le está haciendo y coordinarlo para no dejarlo solo», asevera la misma fuente. «Si no establecemos ese apoyo y ese seguimiento total, a nivel de sociedad estamos perdidos», zanja.
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