Así te sientes con el 'traje de la vejez': «Te pesa hasta respirar»
El equipamiento está pensado para ayudar al personal sanitario a mejorar su empatía con los ancianos
Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos han diseñado el proyecto con la financiación de la Fundación La Caixa
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Madrid
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Iniciar sesiónPrimero unas botas, con las que ya no puedo mover los tobillos. Suma cinco años. Después unas rodilleras, coderas y muñequeras para obstaculizar el recorrido de mis articulaciones. Añade otros diez. Al conjunto le sigue un chaleco de 15 kilos de peso, un collarín, unos ... cascos de aislamiento y unas gafas que nublan la vista. Veinte años más. Como 'broche de oro', unos guantes que desprenden descargas eléctricas para simular el párkinson.
De golpe paso de los 24 a los 80 años, he perdido agilidad y me cuesta levantarte de la silla. No distingo el texto de los carteles, y el ruido de la calle ya no parece tan molesto. No es porque haya cesado el bullicio de la ciudad, sino que mi audición no percibe igual los sonidos. Mi cuerpo ya no es el mismo, ha envejecido en el minuto y medio que han tardado en equiparme con la 'armadura' de la edad.
Toda esta experiencia forma parte de un proyecto del 'Observatorio Social' de la Fundación La Caixa para promover la empatía de los profesionales sociosanitarios con los octogenarios. Un trabajo que ha contado con la participación de un total de 84 profesionales de atención directa de personas mayores de residencias de Asturias y Madrid.
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Sentimiento de culpa
Gema Postigo, fisioterapeuta de la Residencia para Mayores Reina Sofía de la Comunidad de Madrid, fue una de las 35 profesionales del centro que se enfundó en el traje que simula el envejecimiento, y lo hizo «con el peor diagnóstico posible». «Quería experimentar al máximo las dolencias y complicaciones que sufren mis pacientes», explica.
La prueba que realizó consistió en un recorrido en el que que tuvo que subir escaleras, acceder a un ascensor e intentar presionar los botones; hacer ejercicios de movilidad, recoger objetos del suelo o levantarse de la cama. Todas ellas actividades cotidianas, «que se vuelven un mundo cuando te pesa hasta respirar», expresa Postigo. Los 20 kilos extra, sumados a la sordera y a las gafas con cataratas provocaron que sintiera ansiedad, nerviosismo e incluso culpa. «Todos los días insistimos, agobiamos, metemos prisa, pero sencillamente sus cuerpos no dan para más. Y no somos conscientes».
También pensó en algunos pacientes, en concreto en aquellos con los que tiene mejor trato y sufren hemiplejias o artrosis. «De repente te echas 35 años a la espalda», relata. «Si bien es cierto que el envejecimiento es progresivo, ayuda a entender por qué en ocasiones nos parece que nuestros mayores se complican más de lo necesario. Y, claro, te pones a hacer tareas cotidianas como comer o sentarse en la taza del váter con el traje y te das cuenta de que a veces no hay otra manera de hacerlo, con el peso, lo mal que se ve y se escucha... de verdad que es muy difícil», lamenta.
Según los resultados de la investigación, los participantes que experimentaron con el traje mejoraron las habilidades empáticas globales un 14,5%. Aspectos emocionales vinculados a la empatía -como ponerse en la situación del otro, de sus circunstancias o de sus pensamientos- aumentaron en un 15%. Postigo alega que, en un ámbito como el sociosanitario, «todos tendríamos que estar mucho más concienciados con las dificultades de ser mayor, porque su presente es nuestro futuro». No miente. Si atendemos a la proyección demográfica, esta no para de aumentar. Los octogenarios representan el 6% de nuestra población, y de 2021 a 2022 el número de personas que alcanzó los cien años aumentó en 1.619, según dice el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), poniendo la cifra en casi 20.000 centenarios. Cada vez vivimos más, y con la suma de años aumentan los achaques de la edad.
Imitar ser anciano
El proyecto comenzó a desarrollarse en 2019, tras ser seleccionado como el mejor trabajo de la Convocatoria de proyectos de investigación experimental en ciencias sociales de la Fundación La Caixa. Desde ese momento, y liderado por investigadores de la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar del Principado de Asturias y de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, se ha trabajado «en imitar de la manera más fiel la experiencia de ser un anciano».
«El traje consiste en nueve piezas, desde unas enormes sandalias que te obligan a zapatear cada vez que pisas hasta un enorme chaleco relleno de arena», explica Aitor Yusta, miembro del equipo de investigación de la universidad madrileña. «Para hacer la experiencia lo más personalizable posible, también cuenta con seis pares de gafas para simular distintas patologías oculares, como cataratas, derrame ocular, glaucoma o degeneración de la mácula».
Su idea es patentar el traje de envejecimiento -su coste ronda los mil euros- y ponerlo a disposición de centros educativos, para que lo incluyan en asignaturas y jornadas formativas. «En mi época solo te formaban académicamente, no se tenían en cuenta las emociones de los pacientes. Me consta que las cosas están en proceso de cambio, pero quedan muchos profesionales de mi época asépticos con los ancianos», comenta Postigo.
El estudio defiende por su parte que ejercitar la empatía de los profesionales de la salud mejora los datos clínicos y «repercute en su bienestar físico, social y emocional del mayor». Además, detallan que un aumento de la empatía viene acompañado de la reducción de los niveles de ansiedad, depresión, hostilidad, «así como un aumento en la satisfacción y una mejora del autoconcepto del mayor».
Falta de experiencia
Además, con el estudio quieren disminuir las «vejaciones» que reciben los sanitarios jóvenes, a quienes se les «ataca» por mostrar menos empatía hacia las personas de la tercera edad. La fisioterapeuta explica que las críticas hacia su comportamiento se engloban en el argumento de que son «son personas maliciosas», pero la realidad es «falta de experiencia»: «A los jóvenes les choca tratar con pacientes con problemas cognitivos porque no se les entrena en comprender sus emociones». No pretende justificar su comportamiento, pero defiende que con medidas como 'traje de la vejez' la empatía ya no sería una asignatura pendiente.
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