«El alquiler se lleva casi todo y te quedas sin nada para ti y los tuyos»
Cáritas denuncia que la crisis inflacionaria acrecienta «la pobreza y la desigualdad» en España
En 2021 una ayuda de 80 euros permitía a una familia conseguir alimentos para dos semanas, en 2022 sólo da para una
Madrid
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Iniciar sesiónLa inflación está acorralando a las familias, sobre todo a las más débiles. Una realidad que Cáritas constataba este miércoles en la presentación de su Memoria anual de 2022, de la que se desprende que la «crisis humanitaria provocada por la guerra en Ucrania ... y las dificultades de las familias para mantenerse a flote por el impacto de la subida del coste de la vida» han sido los grandes retos a los que la institución ha tenido que hacer frente en el último año, según su secretaria general, Natalia Peiró.
Un ejemplo de la respuesta de la entidad a estas situaciones es el caso de Ana Sofía, una peruana de 46 años que llegó a Inca (Mallorca) hace siete meses acompañada por una de sus hijas y su nieto. «La situación en Perú era insostenible para mi y las personas que estábamos allá», confiesa con dolor, al reconocer lo mucho que le costó tomar la decisión de «alejarme de las personas que más quiero» para «encontrar nuevas oportunidades para progresar». En Perú quedó su otra hija y dos de sus nietos.
Ahora, mientras realiza algunas tareas de limpieza temporales, busca un trabajo más estable, aunque reconoce que «por temas de papeles es un poco complicado», mientras realiza . Agradece la acogida de los españoles, a pesar de que ha llegado en un momento muy complicado. «No es fácil la vida por el alza de los precios, todo está muy elevado», nos comenta mientras describe los equilibrio que tiene que hacer para «estirar» sus escasos ingresos.
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José Ramón Navarro-ParejaLos programas de inserción de Cáritas consiguen emplear a uno de cada cinco participantes
El campo más complicado para ella es el de la vivienda, «tanto para alquilar [en cuanto a cumplir los requisitos de los caseros] como para reunir todo ese dinero para poder pagar el alquiler», señala. «El alquiler se lo lleva casi todo, te quedas casi sin nada para ti y los tuyos», explica con preocupación, «Luego viene el próximo mes y tienes que volver a hacer maravillas para poder conseguir el dinero», añade.
Unas dificultades que le han llevado también a un obligado cambio en su dieta: «Ya no podemos comer carne, comemos lo que es más económico». Así, al atún o el arroz une las «papas sancochadas». La dieta la complementa con productos de primera necesidad -»leche, arroz y pan»- que puede conseguir pagar gracias a la tarjeta monedero que recibe de Cáritas y el acuerdo que la entidad ha suscrito con los supermercados Eroski de las islas.
Tarjeta monedero
El sistema de tarjeta monedero ha sido implantado por Cáritas en los últimos años, como sustitución de las bolsas de caridad. De esta forma, las familias pueden ajustar la compra de acuerdo a sus necesidades reales y tienen una mayor autonomía. Pero, hasta ahí, han llegado los efectos de la inflación. Como explicaba la secretaria general de Cáritas, Natalia Peiró, «en 2021, la tarjeta monedero con una carga de 80 euros que se entrega a las familias para la compra de alimentos, les alcanzaba para dos semanas. En 2022, como consecuencia de la crisis inflacionaria, el mismo importe se ha agotado en una semana».
«Vivimos tiempos de crisis acumuladas. Tras la pandemia provocada por el Covid-19, vino la guerra de Ucrania, el aumento de la movilidad humana, la evolución del coste energético y la inflación… Esta situación, tanto en el ámbito local como mundial, ha acrecentado la pobreza y la desigualdad», añade Peiró para describir la situación que están viviendo en estos momentos y a la que les toca hacer frente.
Cáritas invirtió en 2022 más de 457 millones de euros para apoyar a 2,8 millones de personas, tanto dentro como fuera de España.
— Cáritas Española ✳️ (@_CARITAS) June 28, 2023
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Otro ejemplo de esta situación es el de Amparo, una valenciana de 39 años a quien la vida se le ha complicado tras su divorcio, en el que también hubo episodios de violencia de género. Tenía trabajo y una situación estable, pero la ruptura con su pareja le llevó a tener que dejarlo todo e irse a vivir, de nuevo, a casa de sus padres, que son pensionistas.
Amparo confiesa que nunca pensó que tendría que recurrir a la ayuda de Cáritas, y que ni tan siquiera «sabía lo que ellos hacían». Tras separase e irse a vivir con sus padres, se vio inmersa en un «laberinto legal» que le impedía conseguir cualquier tipo de ayuda. «Como mis padres son pensionistas, las asistentes sociales contaban sus ingresos a la hora incorporarme en cualquier programa de ayudas y me lo acababan denegando».
Las administraciones públicas tampoco tienen en cuenta los gastos que suponen para Amparo, los dos hijos que tuvo con su exmarido, pues, a pesar de que están en custodia compartida (quince días con cada progenitor), los niños siguen empadronados con el padre. Una situación, que unida a la mala relación con su expareja, le llevó a una crisis de ansiedad.
Nuevas formas de pobreza y exclusión
El de Amparo es un ejemplo de las «nuevas formas de pobreza y exclusión» que está identificando Cáritas. Cada vez son más personas que, incluso con trabajo, soporte familiar y una vivienda estable, tienen que recurrir a la entidad caritativa de la Iglesia porque no pueden afrontar el alquiler, los suministros o los gastos sobrevenidos, dada la precariedad de sus ingresos, agravada por la inflación de los últimos meses.
Un aspecto que también refleja la Memoria de Cáritas de 2022 al recoger las «graves dificultades que ha supuesto la crisis inflacionaria para muchos hogares». En concreto, el programa de Acogida y Asistencia de la entidad ha atendido a 1.191.853 personas, una cifra que es un 16,8% superior al último año previo a la pandemia (atendió a 1.020.176 personas en 2019). La mayoría de las personas atendidas en estos programas recibieron ayudas para el acceso a alimentos adquiridos y gestionados por ellos mismos (385.000 personas), para el pago del alquiler de sus viviendas (120.000) o para los recibos de los suministros (unas 100.000 personas).
«Fui a todas las Administraciones públicas a pedir ayuda y la respuesta siempre era no. Llegué a la desesperación»
Amparo
Usuaria de Cáritas
Amparo se encuentra entre esos números. Cuando después de ver como se le denegaban todas las posibilidades de ayuda desde las Administraciones -»llegué a la desesperación, la respuesta siempre era no después de hacer todos los trámites», nos confiesa- llamó al sacerdote de su parroquia por recomendación de su amiga y vio como todo cambiaba. «Me recibieron con una bolsa de comida y empecé a sentir una protección de verdad, que ya no estaba sola frente a esto».
Para entonces, había rehecho su vida sentimental y estaba embarazada de su hijo pequeño. «Antes de nacer el niño me dieron una cuna y una cesta con ropa, productos de higiene y pañales, que nos vino muy bien en ese momento», recuerda con emoción. Después, la ayuda llegó también en forma de tarjeta monedero, cargada cada mes con 50 euros que puede gastar en productos para su bebé en farmacias y supermercados. Precisamente en eso, Ampara también ha notado la inflación. «Al principio la tarjeta la recargaban cada mes, pero ahora lo hacen cada dos, porque los fondos que tienen no alcanzan para todos».
Aún así, la ayuda de Cáritas es clave para poder sacar adelante a su familia. Ahora ha encontrado un trabajo de limpieza dos tardes a la semana y su nueva pareja trabaja en la obra de forma eventual. «Pero en casa somos cinco, con los únicos ingresos fijos de las pensiones de mis padres. Y cada quince días, cuando vienen mis hijos, somos siete en setenta metros cuadrados».
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Por eso, Amparo busca ahora un piso, aunque los precios del alquiler, en el barrio del extrarradio de Valencia en el que vive, están muy lejos de sus posibilidades. «Me piden 700 euros por uno de una habitación y hasta 1.200 si busco uno un poco más grande», nos explica. «Es una locura, porque no es sólo conseguir esa cantidad cada mes, sino justificar que tu nómina la triplica, lo que para mí es imposible en estos momentos», añade con cierto desasosiego. Una preocupación que, por fortuna, no le resta confianza en el futuro. Y siempre con un gesto de agradecimiento: «Si no hubiera sido por Cáritas, no sé que sería hoy de mi vida».
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