Por qué no hay que alegrarse de la caída de la población en China

El incremento de la población india plantea serios problemas para un país que adolece de infraestructuras y de empleo suficiente para su población joven. Al mismo tiempo, la caída de la población en China, por vez primera en sesenta años, abre incógnitas no solo para su futura estabilidad interna -ante la falta de nacimientos y el envejecimiento de la población, con más esperanza de vida- sino para todo el mundo, dada la imbricación del comercio chino en el mercado mundial.

China se hará vieja antes de hacerse rica. Este es el lamento de numerosos demógrafos ante los problemas que plantea una economía que proyecta menos beneficios y un inmenso Estado comunista cada vez más falto de recursos para atender las demandas de la tercera edad. Un experto consultado por Reuters, Yi Fuxian, advierte que el régimen tendrá que adaptar pronto todas sus políticas. Y que Occidente no tendrá tampoco razones para alegrarse de la caída de la productividad de las empresas chinas en favor de las propias, al menos en un primer momento. La contracción de la mano de obra china, y la reducción de la productividad febril de que disfrutó en el pasado, se traducirán en un alza de precios de muchos bienes en Europa y en Estados Unidos, y una subida de la inflación.

Todos coinciden en que la razón del declive demográfico en China se debe principalmente a la 'política de hijo único' impuesta por el régimen comunista entre 1980 y 2015, y no a la llegada masiva de la mujer al ámbito laboral. Como consecuencia de aquella política se produjo no solo una reducción drástica del número de nacimientos, sino también el desequilibrio de géneros, ante el alza de los abortos de niñas para dar prioridad al varón. En la actualidad, China cuenta con 722 millones de hombres frente a 690 millones de mujeres. El desequilibrio, mucho mayor en las zonas rurales de China, ha originado también un descenso de matrimonios.