Abortar en Cuba es una práctica «tan fácil como sacarse una muela»
Alrededor del 42% de los embarazos en la isla no culminan; en treinta años ha habido cuatro millones de abortos
Científicos y doctores denuncian una red de experimentación con los fetos, a cuyas madres presionaban para abortar
Corresponsal en La Habana
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Iniciar sesiónAbortar en Cuba es «como sacarse una muela», sostiene la investigadora Gabriela López Díaz. Entre los años 1980 y 2019 se practicaron en Cuba más de cuatro millones de abortos, lo que representa aproximadamente el 36% de la población actual. La isla, en donde alrededor ... del 41,9% de los embarazos culminan de esta forma, tiene una de las tasas de aborto más altas de América Latina.
En Cuba se legalizó la práctica en 1936 pero solo para casos de violación o en el supuesto de que el embarazo causara problemas de salud a la gestante. No fue hasta 1961 cuando se despenalizó -no está legalizado, pues no existe una norma al respecto- y, cuatro años más tarde, se comenzó a practicar dentro del Sistema Nacional de Salud, o sea, en los hospitales y de manera gratuita. Cuba se convirtió así en el primer país del continente en despenalizar el aborto.
En declaraciones a la BBC, la psicóloga Mayra Rodríguez, subdirectora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), afirmó que el aborto es «un logro social que no se puede perder (…). Tras la Revolución cubana, la mujer tuvo la oportunidad de incorporarse socialmente y de tener un desarrollo profesional pleno. Por lo tanto, ella decide en qué momento tener un hijo».
El misoprostol y el rivanol son los medicamentos usados para provocar abortos en Cuba. El primero fue retirado del mercado francés en 2018 por el mismo laboratorio que lo fabrica en Europa, debido a que se consideró que «ponía en riesgo la vida de las mujeres al causarles hemorragias y rupturas intrauterinas». El segundo se usa en la isla cubana como técnica de culminación tardía del embarazo, es decir, incluso hasta el tercer trimestre de gestación.
El doctor Óscar Elías Biscet comenzó a ejercer su profesión en los años 90 en el Hospital Materno Hijas de Galicia de La Habana. Era un devoto cristiano y objetó. Según cuenta, las prácticas de aborto mantenían bajas las tasas de mortalidad infantil, al presionar a las mujeres con supuestos embarazos problemáticos para que los interrumpieran, a menudo justo antes del parto.
«Los dejaban morir»
En una conferencia de prensa en 2016 en Madrid, Biscet ya denunció el uso del método del rivanol: «En Cuba realizan los abortos a escondidas en el hospital, truncando la legalidad, puesto que el aborto se permite hasta las 14 semanas de gestación. Pero cuando estudias los casos de estos abortos te das cuenta de que los niños estaban sanos y que las madres no tenían ningún problema», aseguró el activista proderechos humanos. Comentó también que él lo supo por un médico amigo suyo «que hacía ultrasonidos» en el hospital. «Me dijo que lo habían obligado a no curar a un niño nacido con el método del rivanol. Es decir, lo dejaban morir, pero escondían el dato. ¿Por qué? Porque si consignasen que había muerto, subiría la tasa de mortalidad, y es lo que querían esconder considerando estos casos como abortos».
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El doctor Biscet pudo corroborar este testimonio al acceder al archivo del hospital: «Hice la investigación y estudié alrededor de treinta casos con este tipo de aborto. En nueve de estos casos nacieron vivos, así que busqué la dirección de estas mujeres para saber qué había pasado».
Al visitarlas, Biscet comprobó lo que estaba sucediendo. Y aún fue más allá en sus averiguaciones. «En uno de los casos, por ejemplo, cuando el niño nació, estaba vivo pero le dijeron a la madre que no era así, que el bebé se movía por un problema neurológico y que en realidad estaba muerto. Ella me dijo que fue traumático. Después se enteró de que el niño había nacido vivo y que lo habían envuelto en un papel cartucho hasta que murió». «Otro caso es el de una mujer que parió al niño vivo y lo supo porque éste gritó. Pero los médicos y enfermeras la persuadieron de que no estaba vivo diciéndole que estaba muy alterada y que el grito no era de su niño. Al pequeño lo dejaron en un lugar aparte, le cortaron el cordón umbilical y lo dejaron desangrarse hasta la muerte. Un tercer caso: el de una mujer que vio cómo su hijo se movía. También le dijeron que estaba muerto y que ese movimiento era normal. Pero ella vio cómo lo introdujeron en un cubo de agua».
Con las pruebas documentales y los testimonios, en 1998 Biscet publicó un informe en el que denunciaba al sistema de salud cubano, se lo entregó a la Fiscalía General de la República de Cuba y al Consejo de Estado. La respuesta de las autoridades fue despojarlo de su licencia médica y expulsar a su esposa de su trabajo como enfermera, además de torturarlo y condenarlo a tres años de privación de libertad, en 1999, por un supuesto «delito de desórdenes públicos», rememora para este periódico. Fue calificado como preso político por Amnistía Internacional.
Fetos para experimentos
Varios estudios que ya han visto la luz demostraron que en Cuba los fetos han sido utilizados en experimentos científicos. Al frente de esos trabajos estuvo la doctora Hilda Molina, directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica de Cuba (Ciren) hasta 1994. Desde su exilio en Argentina, la doctora explicó que los funcionarios del Gobierno la «alentaron a trasplantar tejido cerebral de fetos aún tibios a pacientes extranjeras adineradas, enfermas de párkinson», una práctica que ella consideraba «poco ética porque a muchas de las mujeres cubanas que se habían sometido a los abortos financiados por el Estado no se les dijo que sus fetos habían sido disecados para trasplantes». La neurocirujana califica estos experimentos como «muy lucrativos» y realizados «vergonzosamente y sin humanidad».
A su vez, María Werlau, directora ejecutiva del Archivo Cuba (conocido como 'Cuba Archive'), explicó a ABC cómo «varios científicos y profesionales de la medicina han denunciado estas prácticas como poco éticas», mediante las cuales «las mujeres consideradas con embarazos de alto riesgo son sistemáticamente presionadas o manipuladas para abortar con el fin de que sus fetos puedan ser utilizados en experimentos y trasplantes sin su consentimiento».
La investigadora expone que, según una publicación de la 'Revista Cubana de Neurología y Neurocirugía', órgano oficial de la Sociedad Cubana de Neurología y Neurocirugía, en 2017 se habrían terminado estos experimentos debido a sus «malos resultados». Sin embargo, el Centro de Neurociencias de Cuba (CNEURO) continúa «investigando enfermedades neurológicas y el desarrollo de tecnología avanzada para el diagnóstico e intervención en problemas de salud» de las madres. Detrás de ello, vislumbra, pudiera esconderse un entramado de tráfico internacional de órganos y tejidos humanos, entre ellos los provenientes de fetos.
Aunque Werlau reconoce que seguir el rastro de este negocio es una tarea muy difícil, ya que Cuba no reporta ninguna de estas estadísticas. Existen, añade, varias denuncias de posible tráfico de órganos y existen al menos dos sitios web que ofrecen turismo de trasplantes en la isla, lo que despierta las dudas sobre la procedencia de los órganos. En los últimos años, varios científicos cubanos han confirmado que recolectan tejidos neurológicos y células madre en fetos y córneas. «Estamos investigando la exportación de 'material corporal' -culmina la especialista- que sí figura en las estadísticas mundiales de intercambio comercial de Cuba. De constatarse su origen humano se considerará trata de personas».
El testimonio del doctor Abel Arencibia
«Era una monstruosidad, pero no tuve opción; castigaban mi fe»
El doctor Abel Arencibia narra a ABC su experiencia como objetor de conciencia cuando cursaba la especialidad de Ginecología y Obstetricia, entre los años 1992 y 1994, y los 'peajes' que tuvo que pagar por serlo. «Lo que debieron ser tres meses se convirtieron en casi tres años. Mientras mis compañeros hacían rotaciones cortas, tuve que hacerme cargo de la consulta de Control de Embarazos, donde se clasifica a las mujeres por edad gestacional para decidir qué método abortivo aplicaba». «Creo que fue una forma de castigo por mi fe católica. El profesor principal me dijo que eso era parte de la formación y que, de no hacerlo, no podría graduarme. Así que no tuve opción», lamenta.
«Para mí fue muy difícil -continúa contando-. Siempre tuve claro que era un asesinato. Se veían partes del niño, manos, piernas, la cabecita, era horrible. Más de una vez vi cómo dejaban al feto expuesto a la temperatura del quirófano, sin cubrirlo, para que muriera, o les inyectaban alguna sustancia para que dejaran de vivir. Terrible, una monstruosidad». Cuenta, además, que debido a que formaba parte de estas prácticas no pudo realizar la confirmación en su religiosidad. «Me ayudó a soportar todo aquello un amigo sacerdote, él me dijo que Dios entendía que estaba bajo coacción», asegura hoy.
En su tesis de graduación Arencibia expuso el cambio en las causas por las que las mujeres recurrían a la interrupción tardía del embarazo a través del método del rivanol, examinó las malformaciones congénitas y ciertas causas sociales (violaciones y crisis económica), convirtiendo estas últimas en su prioridad, lo que coincidió con las investigaciones con fetos en el Ciren (Centro Internacional de Restauración Neurológica de Cuba).
«Me pidieron que cambiara el tema más de una vez y me negué. Al final lo aceptaron y aprobé, pero nunca me dieron mi titulación. No me importaba, porque sabía que me iba de Cuba y no tenía planes de seguir trabajando como ginecólogo, no quería porque, en realidad, desarrollé aversión a la especialidad».
En 1995 logró salir del país hacia Venezuela, donde homologó su título de médico y cursó la especialidad de Medicina del Trabajo. «Me queda la satisfacción de haber podido convencer a más de una chica de no abortar. Tengo una amiga que ahora vive en España y que siempre me dice que tiene a su hijo gracias a que yo le convencí de no matarlo. Creo que si todas esas chicas tuvieran el apoyo de alguien que les hiciera ver la monstruosidad de ese acto, no lo harían».
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