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El tatuaje, de retrato de los criminales y prostitutas a icono de la modernidad

Un volumen radiografía a los llamados «individuos peligrosos» y meretrices del siglo XIX a través de sus grabados en la piel y traza los significados de cada inscripción. Tres médicos repasan la mejor colección de estos dibujos, que ponen rostro e historia a cientos de seres anónimos

ÉRIKA MONTAÑÉS

Unos versos de La Fontaine hablaban del tatuaje así: «¿Qué es eso? / Nada / ¿Cómo nada? / Poca cosa. / Algo será. / Será la señal del collar a que estoy atado . / ¡Atado! Exclamó el lobo: pero ¿cómo? ¿No váis y venís adonde queréis? / No ... siempre, pero eso ¿qué importa?». A todos estos «perros» sin amo, con algún grabado o inscripción alrededor de su cuerpo, está dedicado un estupendo volumen recopilatorio de más de 2.000 tatuajes impresos en 550 «individuos peligrosos» del siglo XIX, radiografiados por tres doctores franceses de la época ( Alexandre Lacassagne, Albert Le Bond y Arthur Lucas ) en varias cárceles. Esos dibujos no testimonian solo unas características físicas, sino que evidencian un completo estudio antropológico y forense de la psique de los criminales y prostitutas analizados. Porque el «tatu», que procede de la palabra «tátau» de los habitantes de las islas de Tahití y Tonga donde designa esa práctica milenaria de taladrarse la piel, ha experimentado una gran evolución a lo largo de los siglos y ha sido mucho más que un dibujo, según recoge el libro «Tatuajes de criminales y prostitutas» que ha publicado la editorial Errata Naturae.

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