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Los quebrantahuesos echan raíces en Picos de Europa

El Parque Natural ha conseguido devolver a sus montañas una especie extinta 60 años atrás

Nicolás, ejemplar nacido y liberado en 2017 Javier Gil Vaquero
María Alcaraz Mayor

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Alfredo y Agustina vivían en Aragón a finales de los años 90, exactamente, en el Parque Natural de Ordesa. Quedaban pocos como ellos en la zona, pero la suya no era la peor situación. Sus vecinos asturianos se habían extinguido completamente.

En la actualidad, no solo estos quebrantahuesos continúan habitando las cumbres aragonesas, también todos los días casi 20 ejemplares sobrevuelan los cielos de los Picos de Europa. La recuperación de una especie extinta no es producto de la magia, es el resultado del sacrificado y excepcional trabajo de la ONG «Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos» (FCQ), en colaboración con la Fundación Santander.

«Los quebrantahuesos fueron una especie extinguida por culpa del hombre. Se los mató por ser animales bellos», explica Gerardo Báguena, director de FCQ. Han pasado 60 años desde que la especie desapareció por completo de la zona y ahora, coincidiendo con el centenario de Picos de Europa, entre las montañas se encuentra el nido de «Deva» y «Casanova», la primera unidad reproductora de quebrantahuesos desde su extinción en el Parque Natural.

Esta buena nueva y el récord batido este año –se soltarán en el Parque Natural siete pollos de quebrantahuesos – son el resultado de un trabajo que comenzó en 2013. Aunque la pareja no ha conseguido todavía ampliar la familia, su asentamiento ya es un triunfo. El éxito del proyecto se debe en parte a la colaboración de la Fundación con el Gobierno de Aragón. Son ellos los que ceden embriones de quebrantahuesos, los cuales son incubados en un centro de cría en Zaragoza para que más tarde puedan hacer de Picos de Europa su hogar.

Manuel Alcántara, jefe de Biodiversidad del Gobierno de Aragón, explica que el primer problema al que se enfrentaban er a la alta tasa de mortalidad de los quebrantahuesos, muy elevada debido al uso de venenos. Aunque el problema de los fallecimientos por sustancias tóxicas –puestas muchas veces por los agricultores para protegerse contra los lobos– continúa vigente, la situación ha mejorado. «Ahora si alguien mata a un quebrantahuesos se remueven socialmente muchas tripas», explica Alcántara.

La primera fase del proyecto Life + «Red Quebrantahuesos 2013-2018» es el rescate de huevos o neonatos que estén en peligro. Son incubados reproduciendo las condiciones exactas en las que una pareja de quebrantahuesos incubaría su huevo y, una vez salen del cascarón, son alimentados con un señuelo de látex que imita la forma de un quebrantahuesos adulto. «El vínculo afectivo que se crea con el señuelo es impresionante», apunta Báguena.

Después, los «pequeños» son trasladados a la plataforma de «hacking» (crianza silvestre) del Parque Nacional de Ordesa. Allí son instalados en habitáculos (que simulan nidos) al aire libre desde los que pueden observar a otros quebrantahuesos y aves carroñeras. El último paso es la llegada a Picos de Europa, donde pasan 30 días en otra instalación de «hacking» para adaptarse al nuevo territorio y sus características.

Todo este proceso sería imposible sin la monitorización de los ejemplares. Todos llevan una anilla en la pata que les localiza. «Cuando el dispositivo deja de ser útil, este se desprende solo de la pata del animal», comenta José Carlos González, biólogo y técnico del proyecto. Asimismo, la monitorización sirve como «sensor de mortalidad». Aunque también utilizan un GPS, una antena de radio localiza a los quebrantahuesos. Para ello emite un sonido específico cuando halla un ejemplar. Si el animal lleva sin moverse más de 48 horas, el sonido cambia. «Esta tecnología puede parecer un poco arcaica, pero es muy útil y barata», apunta González.

La crianza no es la única acción de la ONG para la recuperación del quebrantahuesos. Conseguir que se queden en Picos de Europa es igual de importante. Para ello, se proporciona comida a los quebrantahuesos dejándola en puntos en los que, gracias a la monitorización, saben que estos buscan alimento.

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