La paradoja de ser médico y no querer vacunarse: «Ni soy negacionista ni antivacunas, si me toca morir por Covid lo asumiré»
Las comunidades autónomas cifran entre un 1 y un 9% los profesionales que aún no han recibido la vacuna
Los colegios profesionales apelan a la ética mientras los juristas no creen que se pueda imponer obligatoriamente
¿Por qué la segunda dosis de las vacunas de Pfizer y Moderna da más efectos secundarios?
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Iniciar sesión¿Se debería obligar a los trabajadores que trabajan de cara al público y con personas de riesgo a recibir la vacuna contra el coronavirus ? Es la pregunta que flota estas semanas en el aire, después de que las residencias de mayores y algunos ... presidentes de comunidades autónomas hayan reivindicado la necesidad de imponer a estos empleados su inmunización. En el resto de países del entorno que ya emplean medidas coercitivas similares, la norma se amplía también a los trabajadores sanitarios, que trabajan en hospitales o en Atención Primaria. Sin embargo, en España no se contempla la vacunación forzosa ni para unos ni para otros. Los expertos coinciden en que tendría un difícil encaje jurídico, mientras que los colegios de médicos recurren a la ética deontológica para tratar de convencer a los que aún no han recibido el pinchazo protector.
A nivel nacional no existe un registro sobre el personal sanitario que ha declinado vacunarse, aunque preguntadas por este periódico, varias autonomías cifran su inmunización entre el 90 y el 99%, una cifra algo más pequeña si se trata de trabajadores sociosanitarios, que en algunas regiones están vacunados al 88%. Este porcentaje, sin embargo, no deja claro cuántos la han rechazado, ya que podrían encontrarse sin vacuna por haber pasado la enfermedad. En Canarias cuentan que en torno al 99% han recibido la pauta de vacunación. Mientras, en Baleares, cuando llegó su turno según la estrategia de vacunación, se pinchó al 90,2% de los sanitarios, aunque prevén que esta cifra haya crecido con el avance de la inmunización por edades. En Extremadura, según informa a ABC la propia Consejería, solo 69 de los 22.867 empleados del sector declinaron vacunarse -en torno al 0,3% del total-.
Aunque en algunos países del entorno como Francia, Italia, Reino Unido o Grecia se esté vacunando obligatoriamente al personal sociosanitario, el Tribunal Constitucional español dictó recientemente que la ley 3/1983 de Salud Pública no ampararía una medida así. «Dice con toda claridad que la vacunación obligatoria no es una medida preventiva», expone a ABC Juan José Bestard , médico, abogado y exviceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. «La vacunación forzosa, la expresión más radical de la obligatoriedad, no sería constitucionalmente legítima en ningún caso. Existe un derecho fundamental a oponerse a las intervenciones corporales que está protegido por la Constitución», apostilla Asunción de la Iglesia , profesora de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra. Sin embargo, en el contexto de la pandemia el temor colectivo «puede llevar a justificar medidas restrictivas extraordinarias, pero siempre se debe cumplir con las garantías propias de un Estado constitucional», señala.
La ley de riesgos laborales sí permitiría a la gerencia de un hospital apartar a los profesionales que decidan no vacunarse de áreas como, por ejemplo, en las que se encuentren pacientes inmunodeprimidos, y no se trataría de discriminación, agrega Bestard. Aquí podría ampararse la recomendación de Sanidad a las residencias para que aparten a sus empleados no vacunados.
Organismos como el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), que han detectado cierta reticencia entre profesionales que no se han vacunado han tenido que expresar públicamente su «total convencimiento de que la vacunación frente al virus SARS-CoV-2 es un ejercicio imprescindible de responsabilidad y solidaridad que está basado en la evidencia científica y que responde a los principios y normas del Código de Deontología Médica».
«Ni soy negacionista ni antivacunas, pero si me toca morir por el Covid lo asumiré»
Cuando le llegó el turno para vacunarse contra el coronavirus, C. L. tenía claro que no iba a hacerlo. Esta médico, con 25 años de carrera profesional en urgencias, quirófano, trauma y Atención Primaria, ha sido siempre el modelo a seguir en su familia , a quien recurrían sus numerosos hermanos para conocer su opinión en temas médicos. Ahora se siente incomprendida, sabe que no la entienden. Ella sí recomendó a sus padres, ambos mayores, inmunizarse. Pero, en su caso, «por coherencia», tomó la decisión de esperar, hasta que el tiempo demuestre la efectividad de estas fórmulas.
«Ni soy negacionista ni antivacunas. Me he vacunado de la gripe todos los años. Mis hijos tienen la cartilla vacunal al completo», cuenta a ABC. «Yo estoy a favor de salvar vidas, para eso soy médico y estudié Medicina, pero nadie me está garantizando que esto me salve la vida si no se conocen los efectos secundarios que no han salido a la luz y tardarán unos años en hacerlo», expone. En su caso, dice que solo entendería que se impusiera la vacunación obligatoria « si eso protegiera a los que tienes enfrente , pero eso no es cierto porque no protegen de la enfermedad, puedes seguir contagiando».
El suyo, cuenta C.L., que prefiere no revelar su identidad, es «un acto de coherencia conmigo misma, pues hoy me da más miedo la vacuna que el Covid, porque ya he estado en el epicentro de la pandemia. Si me toca morirme por coronavirus lo asumiré, pero no me voy a pinchar voluntariamente una cosa que sé que me va a producir efectos secundarios graves».
Su hijo, enfermero, sí que se vacunó cuando le correspondí a, pero pese a la presión familiar e incluso profesional -la Organización Médica Colegial pidió «encarecidamente» a los sanitarios que se vacunaran-, a C. L. no se le han dejado de acercar personas ni ha notado reticencias en su entorno. «Quien me conoce sabe que no estoy loca , pero no hablamos sobre la vacunación porque, si se fían de mí, les asalta el miedo porque se han vacunado». Al igual que ella, otros médicos con los que ha coincidido también han rechazado la vacuna, aunque reconoce que si se impusiera, mucha gente se la pondría por miedo a perder su puesto de trabajo. «Por supuesto que me veo vacunándome contra el Covid-19, pero tendrá que pasar el tiempo suficiente, con los estudios suficientes como cualquier otro medicamento, y la vacuna tendrá que dar una seguridad que ahora no da», expone.
Aunque esta doctora se informa a través de publicaciones científicas, considera que la desinformación es la norma de la sociedad actual . «Cada uno debe valorar el riesgo y el beneficio y decidir qué hacer», cuenta. Hace unos meses dejó el ambulatorio en el que trabajaba porque, reconoce, «no podía aconsejar a mis pacientes que se vacunaran porque no estoy de acuerdo. Y si me preguntaban exponía mis motivos».
«He pasado el Covid de manera grave, pero no le tengo miedo sino respeto»
El doctor Cabrera -nombre ficticio, pues también prefiere no dar el suyo-, después de dedicarse durante 30 años a la Medicina teme ser apartado este año. «He decidido no vacunarme -a pesar de la publicidad falsa, coacciones y amenazas- ni recibir un tratamiento genético experimental », expone a este periódico.
Aunque su especialidad médica no está relacionada con el virus ni con enfermedades infecciosas, cuenta que «tras miles de horas de estudio» ha llegado «a la absoluta certeza de que la vacuna no evita contagiarse del Covid-19 , es falso también que los vacunados tienen cuadros leves sin mortalidad y que no contagien», sentencia. A pesar de que organismos sanitarios como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. reiteran que la vacuna reduce la mortalidad y la gravedad de la enfermedad, el doctor reitera que «los vacunados se enferman, mueren y contagian a los demás igual que los no vacunados».
Tanto el doctor Cabrera como un familiar cercano han pasado el Covid, de forma «más o menos grave y con necesidad de ingreso». No le tiene miedo «sino respeto» puntualiza, al igual que lo tiene a otras enfermedades graves como el cáncer o a sufrir un infarto. En su caso, excepto algunos compañeros de trabajo y allegados, todo su entorno está vacunado, pero su oposición a las vacunas es notoria.
Crítico con la imposición de normas coercitivas como el Certificado Digital, considera una «extorsión» estos métodos para que la gente se vacune «mediante despidos o pasaportes» . «A los no vacunados les quitarán sus derechos al trabajo, a la libre movilidad, a todo. Pondrán al resto de la población en su contra para que los señalen, insulten y ridiculicen», se lamenta.
«No quería enfermar por una vacuna producida hace nada»
ANNA CABEZA
Más diferente es el caso de una joven enfermera de un hospital tarraconense, que quiere mantener el anonimato. «En poco más de un año de pandemia, apenas me hicieron tres o cuatro PCR , a pesar de trabajar en urgencias y de ver casos de coronavirus a diario. Nos hemos sentido olvidados durante meses, solo nos daban EPI y poco más, y de repente empezaron a presionarme para que me vacunara», explica a ABC. Ella rechazó la vacuna en un primer momento, ocultándolo incluso a sus compañeros de trabajo, porque por un quiste tuvo que realizarse pruebas médicas durante tres meses y quizá acabara pasando por quirófano.
« No sabía qué tendría ni el resultado de las pruebas que me estaban haciendo los médicos, el estrés no me ayudaba para nada y lo último que quería era ponerme una vacuna producida hace nada y de la que ni se conocían efectos», relata. Finalmente, su problema acabó en un susto y terminó por vacunarse.
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