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El Papa pide a los jóvenes que frenen al «sacerdote en riesgo» de cometer «atrocidades»

Publica un documento muy esperanzador sobre el Sínodo de los Jóvenes del pasado mes de octubre

El Papa Francisco, la semana pasada EFE
Juan Vicente Boo

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En un documento positivo y esperanzado, fruto de los debates del Sínodo de los Jóvenes del pasado mes de octubre, el Papa Francisco les pide que «cuando vean un sacerdote en riesgo» que «busca compensaciones afectivas, atrévanse a recordarle su compromiso con Dios y con su pueblo ». De ese modo, «ustedes prestarán una invalorable ayuda en algo fundamental: la prevención que permita evitar que se repitan estas atrocidades».

La exhortación apostólica postsinodal «Cristo vive», escrita en español y firmada por el Papa el pasado 25 de marzo en el santuario de Loreto, ha sido publicado este martes 2 de abril, decimocuarto aniversario del fallecimiento de san Juan Pablo II, creador de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Consciente de que el abuso de menores por parte de sacerdotes y su encubrimiento sistemático por obispos es el principal motivo de alejamiento de muchos católicos, el Papa formula el deseo de que «esta nube negra se convierte en un desafío para los jóvenes que aman a Jesucristo y a su Iglesia , porque pueden aportar mucho en esta herida si ponen en juego su capacidad de renovar, de reclamar, de exigir coherencia y testimonio, de volver a soñar y de reinventar».

Citando el documento final del Sínodo de octubre, Francisco reitera que «junto con los Padres sinodales, quiero expresar con cariño y reconocimiento mi ‘gratitud hacia quienes han tenido la valentía de denunciar el mal sufrido: ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de lo sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión’».

Al mismo tiempo elogia el trabajo de los sacerdotes buenos, que son la inmensa mayoría, citando otro pasaje del documento final: «también muchos de los jóvenes presentes en el Sínodo han manifestado gratitud por aquellos que los acompañaron, y han resaltado la gran necesidad de figuras de referencia».

Si bien la exhortación apostólica tiene una línea directriz claramente espiritual, el Papa constata que «los jóvenes reconocen que el cuerpo y la sexualidad tienen una importancia esencial para su vida y en el camino de crecimiento de su identidad». Sin embargo,«en un mundo que enfatiza excesivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el propio cuerpo y vivir serenamente las relaciones afectivas».

Francisco hace notar que los jóvenes crecen en un ambiente digital con muchos factores positivos pero recuerda, con el documento final del Sínodo que «también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web». Expone «al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta», por no hablar del ciberacoso, la pornografía, o «la explotación de las personas mediante juegos de azar».

Por eso cita igualmente que «en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático».

Y que «el funcionamiento de muchas plataformas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias», facilitando la difusión de «noticias falsas, fomentando prejuicios y odios» y «la proliferación de las ‘fake news’, expresión de una cultura que ha perdido el sentido de la verdad y somete los hechos a intereses particulares».

Aunque esta dirigida a los jóvenes , la exhortación apostólica es un documento para hacer reflexionar a los adultos pues plantea problemas de envergadura en nuestras sociedades, invitando una y otra vez a dar respuestas constructivas, en un tono general muy esperanzador.

El Papa toma incluso pasajes del documento final del encuentro preparatorio de 300 jóvenes de todo el mundo —entre los que figuraban algunos de otras religiones o no creyentes— durante Semana Santa de 2018.

De ese texto cita, por ejemplo que «las relaciones online pueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal. La tecnología usada de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad humana».

Y recuerda con el muchacho italiano Carlo Acutis, fallecido a los quince años en 2006 y actualmente en proceso de beatificación, que los jóvenes «nacen todos como originales, pero muchos mueren como fotocopias».

Francisco revela que «cuando comencé mi ministerio como Papa, el Señor me amplió los horizontes y me regaló una renovada juventud. Lo mismo puede ocurrirle a un matrimonio de muchos años, o a un monje en su monasterio».

Por eso invita a los jóvenes a vivir su fe con alegría, a compartirla y a disfrutarla juntos cada vez que tengan la ocasión. Pero sin «encerrarse en pequeños grupos» homogéneos que se convierten «en una mera prolongación de su yo».

Advierte que los laicos no deben ver su llamada como «un servicio al interno de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.), olvidando que la vocación laical es ante todo la caridad en la familia, la caridad social y la caridad política».

Por eso «es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor, no con el proselitismo . El lenguaje que la gente joven entiende es el de aquellos que dan la vida», y el de quienes, «a pesar de sus límites y debilidades, tratan de vivir su fe con coherencia».

La escuela católica ofrece muy bien esas oportunidades, pero «necesita una urgente autocrítica» si caen en «una pastoral concentrada en la instrucción religiosa que a menudo es incapaz de provocar experiencias de fe perdurables».

Francisco advierte que en algunos colegios católicos «la fobia al cambio hace que se replieguen ante los peligros, reales o imaginarios, que todo cambio trae consigo», convirtiéndose en una «escuela búnker».

El Papa considera importantísima la pastoral juvenil, que hoy «tiene otro estilo, otros tiempos, otro ritmo, otra metodología», que «estimule, en los distintos lugares donde se mueven los jóvenes reales, esos liderazgos naturales y esos carismas que el Espíritu Santo ya ha sembrado entre ellos». E invita a «no ponerles tantos obstáculos, normas, controles y marcos obligatorios a esos jóvenes creyentes que son líderes naturales en los barrios y en diversos ambientes».

El documento incluye referencias muy hermosas a la vocación de los jóvenes en la familia y en el trabajo entendido como servicio a los demás, sin «descartar la posibilidad de consagrarse a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de consagración».

Por eso urge a la sociedad a promover el empleo juvenil, único modo de formar una familia a pesar de las experiencias de fracaso o ruptura que puedan haber visto: «Quiero decirles que sí, que vale la pena apostar por la familia, y que en ella encontrarán los mejores estímulos para madurar y las más bellas alegrías para compartir».

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