PALOMARES
«El último ministro que vino fue Fraga»
De las bombas de hace 45 años aún queda medio kilo de plutonio. Existe un plan para eliminarlo, pero España y EE.UU. no se ponen de acuerdo. Mientras, los vecinos de Palomares exigen al Gobierno «que se moje»
ESPERANZA CODINA
A Palomares, pedanía almeriense de Cuevas del Almanzora, le gustaría ser conocida por sus lechugas, sus sandías y su línea de costa mediterránea aún sin masificar. Los vecinos están hartos de aparecer en los medios por el incidente de las bombas de Estados Unidos, por ... la radiación de plutonio y por el baño que se dio en la playa en marzo de 1966 el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, imagen grabada en la retina de buena parte de la población española de la que ahora se cumplen 45 años. Pero es difícil pasar página si el capítulo no está cerrado, si todavía hay 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada que esperan ser retirados, si no se pone en marcha el plan de limpieza que permitiría a Palomares olvidar su protagonismo en un rincón de la Guerra Fría y moverse sin complejos por el siglo XXI.
«Yo me casé aquí, me quedé aquí, tengo dos hijos ya mayores que están aquí y todos estamos sanos y bien», explica un agricultor del pueblo que prefiere no identificarse y que pide transmitir el mensaje de que en Palomares se vive con absoluta normalidad. «Más tranquilos que en Madrid, que tiene más contaminación», añade. Igual que otros vecinos, lleva casi medio siglo hablando de lo mismo, de la bomba. «Imagínese lo que es eso», puntualiza, aunque no le importa recordar.
Ahora pasa de los 60 años y apenas era un adulto cuando la mañana del 17 de enero de 1966 oyó el ruido de los aviones en el cielo. Era un sonido habitual que se repetía a diario y, si estaba despejado, se podía distinguir perfectamente la silueta de los bombarderos a miles de pies de altura. Ese día iban dos parejas. «Miré, vi una bola de fuego y se oyeron varias explosiones». Los aviones se movían de levante a poniente (cruzaban la península en dirección a Estados Unidos) y lo que salió mal fue la maniobra de repostaje de un B-52, que colisionó con su avión nodriza. «Entonces vi caer unos paracaídas, con los pilotos y las bombas», rememora este vecino, que recuerda la preocupación al ver los trozos de avión que empezaron a desplomarse y el humo que invadió el ambiente. «Los americanos llegaron por la tarde para hacerse cargo del asunto».
El bombardero quedó desintegrado por el accidente y soltó cuatro bombas termonucleares. Una cayó en el mar y tres en tierra. Dos de los proyectiles quedaron intactos, pero otros dos liberaron tres kilos de plutonio. «El problema es que el plutonio deriva en americio, que es más radiactivo», apunta Igor Parra, responsable de Ecologistas en Acción para Palomares.
Las labores de recuperación del material se prolongaron tres meses y en mitad del trabajo, el 9 de marzo de 1966, Manuel Fraga se bañó en la playa de Palomares junto al embajador de Estados Unidos en Madrid, Biddle Duke, para demostrar que no existía el más mínimo riesgo de contaminación radiactiva. El ejército norteamericano recogió cerca de 1.700 toneladas de tierra contaminada que transportó en avión a un almacén nuclear en Carolina del Sur, hizo las maletas y se fue a casa.
Con el episodio cerrado en falso, Palomares continuó con su vida y a lo largo de los años ha intentado alcanzar una rutina que no llega. El pueblo vive de la agricultura y asoma la cabeza al turismo. El alcalde pedáneo, Juan José Pérez, del PP, explica que hay proyectadas 1.600 viviendas en la línea de playa, donde también hay pintada una parcela hotelera. La crisis ha frenado el plan. Este núcleo de Cuevas del Almanzora, muy cercano a Murcia, tiene 1.700 habitantes empadronados y su población real es de 2.200, con los picos más altos durante las temporadas de recolección. Sus cultivos son al aire libre y tiene dos por campaña, en otoño e invierno (lechuga) y en primavera y verano (sandía).
Una limpieza de 30 millones
El Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas concluyó en 2008 un estudio sobre la contaminación enterrada en Palomares. Analizó una superficie de 660 hectáreas, con 320 sondeos a distintas profundidades (entre cinco metros y medio metro), y en 41 de estas hectáreas detectó «una contaminación residual significativa», explica Teresa Mendizábal, asesora de este organismo. Hay tres zonas afectadas, una de ellas muy pequeña, de unos 5.000 metros cuadrados. Las otras dos miden cada una alrededor de 20 hectáreas. Una está cerca del cementerio, y la otra en Sierra Almagrera, que quedó contaminada por el viento de ese día. Se estima que queda medio kilo de plutonio.
Hace pocos días que expertos norteamericanos volvieron a visitar la zona, y la pelota está ahora en el tejado político. Es decir, el Gobierno norteamericano debe aclarar si financiará parte de los 30 millones de euros que puede costar la limpieza de Palomares y, fundamentalmente, si se llevará los residuos como pide España.
Los controles sanitarios a los vecinos continúan 45 años después y unas 150 personas se someten al año a revisiones médicas en las instalaciones del Ciemat. En este tiempo se han practicado alrededor de 5.000 controles y en un 95 por ciento de los casos no se ha detectado ningún problema. En el 5 por ciento ha aparecido algún nivel «cerca del límite», aunque los indicadores siempre terminaron bajando en un segundo examen. Según Mendizábal, no hay constancia de ningún caso mortal. De hecho, este organismo ha constatado que se trata de una población muy longeva.
«Estamos hartos»
El alcalde pedáneo, igual que el de Cuevas del Almanzora, Jesús Caicedo, también senador del PP, se queja de que el Gobierno español no ha dado aún un calendario de trabajo. «Estamos hartos de este tema y ha llegado el momento de cerrarlo», asevera Juan José Pérez. El Ayuntamiento anunció hace unos días su intención, cuando todo pase, de levantar un Parque de las Civilizaciones en una de las zonas afectadas.
Para Igor Parra, de Ecologistas en Acción, el asunto va «por buen camino», aunque echa en falta un mensaje «potente» del Ejecutivo de Zapatero a la población, por ejemplo, «con la presencia de un ministro en la zona». «El último que la visitó fue Fraga, y Palomares es un testimonio viviente de un capítulo de la Guerra Fría que hay que terminar», afirma. «Estamos deseando que se lleven la tierra y a ver si nos olvidamos ya de esto», concluye el agricultor. Lo que quiere es que se recuerde como «una anécdota», nada más.
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