Muerte entre elefantes

Sin embargo, la furia de los furtivos contra los ángeles custodios de los paquidermos no se detuvo . Tan solo siete meses después, el 24 de agosto, otro guarda forestal fallecía en un enfrentamiento con cazadores en el distrito de Trans-Nzoia, en pleno valle del Rift keniano.

En el lugar del crimen, dos fusiles AK 47, cinco rondas de municiones y diversas armas blanca fueron recuperados. «Estos incidentes reflejan un aumento de la violencia causada por la creciente demanda de marfil en los mercados de Extremo Oriente, especialmente China», reconocen a ABC desde el gubernamental Kenya Wildlife Service, quien gestiona aproximadamente el 8% de la superficie total del país (nada menos que 22 Parques Nacionales, 28 Reservas y 5 Santuarios) y cuyas dificultades operativas también son excelsas. Más aún, en los últimos años.

«La caza furtiva está en aumento en Kenia, y el país ya no es sólo una fuente de marfil ilegal, sino también la ruta elegida por los traficantes para el transporte de trofeos desde otras partes del continente», asegura James Isiche, director regional del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW).

Para Isiche, si bien las autoridades de Kenia han hecho un trabajo encomiable en la incautación de marfil en los puntos de salida diferentes en el país, el aumento de ataques (y su virulencia) contra los animales y los guardas forestales es preocupante.

Las cifras, como muestra. Según datos de la organización TRAFFIC, el pasado año fue «el más desastroso para la vida de los elefantes» con más de 2.500 muertes a manos de furtivos en todo el continente africano . Precisamente, en diciembre, las autoridades portuarias de Malasia incautaban el mayor «alijo de colmillos de paquidermos -valor de mercado cercano a los 1,3 millones de dólares- realizado hasta la fecha. ¿El origen del envío? La localidad keniana de Mombasa.

Sin embargo, los crímenes animales (y humanos) no se limitan a Kenia. «En los últimos veinte años, cerca de 160 guardias de seguridad han sido asesinados en el Parque Nacional de Virunga , al este de República Democrática del Congo, por los rebeldes hutus y tutsis que operan en la región», reconoce a este diario Jean-Paul Diaw, «ranger» del parque.

Para Diaw, que trabaja desde hace ocho años en el lugar, pese a que la situación ha mejorado con respecto a la última década, la amenaza de los rebeldes todavía existe , más aún, después de decenas de excombatientes del histórico grupo rebelde Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo desertaran de las fuerzas estatales, y generaran un nuevo movimiento denominado M23.

Situación -la fuga de rebeldes hacia Virunga-, no obstante, del todo habitual. Solo en 2008, año del repunte del conflicto congoleño, los rebeldes que operaban en la región (cerca de dos decenas de grupos armados diferentes) mantenían en su poder el 40% del Parque. Sin embargo, no se trataba de una acción dirigida a hacerse con el control de los animales, sino que la zona - el cruce de caminos entre Uganda, Ruanda y el Congo- era un lugar estratégico para estas milicias .

Precisamente, en el sector sur -históricamente el más amenazado por los rebeldes y que ocupa un área de 250 kilómetros cuadrados- habitan 200 de los últimos 790 gorilas de montaña que quedan en el mundo. El resto sobreviven en el parque nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi, en Uganda, vilipendiados en las últimas dos décadas también por otro grupo guerrillero , el mediático Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony.

Y sin guardas para su protección, su futuro queda en entredicho.