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Fisioterapia en rapaces

A una persona le cuesta 30 euros cada sesión. Las aves del centro BRINZAL, en cambio, no pagan por el tratamiento y se quejan del «manoseo», pero gracias a él, vuelven a su hábitat recuperadas

BRINZAL

RUTH PILAR ESPINOSA

Hace un par de años, una hembra de búho real fue víctima de un atropello; entró con una parálisis casi total de sus extremidades inferiores en el Centro Especializado en Rapaces Nocturnas BRINZAL . Incapaz de sostenerse sobre sus alas, su pronóstico era grave. A las sesiones de acupuntura y homeopatía que se le proporcionaron al animal, Antonio Agudo, fisioterapeuta voluntario de la ONG, añadió su esfuerzo y destreza. Tal combinación consiguió que el ejemplar empezara a abrir y cerrar sus garras y que se pusiera de pie y volara con el paso del tiempo. «Finalmente se le pudo devolver a la naturaleza. Fue muy gratificante para todos», comenta Agudo.

Las aves heridas que ingresan en el centro reciben un concienzudo primer examen: pruebas hematológicas y radiográficas, análisis de las heces para descubrir la presencia de parásitos internos, fluidoterapia para combatir la deshidratación y cobertura antibiótica para calmar el dolor que sienten, pero que no pueden exteriorizar de la misma forma que lo haría un humano. El segundo paso implica o bien una cirugía, en el caso de la fractura de algún hueso, o bien la curación de las heridas detectadas. La labor de rehabilitación de Agudo llega tras el periodo de inactividad de sus miembros, inmovilizados con agujas intramedulares, fijadores externos o vendajes que, en algunos casos, las aves portan hasta 35 días. «A través de estiramientos y movilizaciones ayudamos a recuperar la función del ala, la pata, la clavícula…. También utilizamos ultrasonidos o láser para acelerar la curación. Por lo general, la frecuencia de los tratamientos de fisioterapia nunca supera las dos veces por semana y suelen durar unos 15 minutos », explica Agudo.

La manipulación estresa mucho a los animales; situación muy negativa para ellos, puesto que sus defensas bajan. «La especie que se comporta de forma más violenta, curiosamente, es la más pequeña en tamaño: el autillo no para de revolverse. Los mochuelos, en cambio, permanecen más quietos, fingiéndose muertos, aunque en su interior están asustados», afirma Agudo.

Aves «irrecuperables»

El miedo, de hecho, es una buena señal. Las rapaces que no temen a los cuidadores de BRINZAL tienen pocas posibilidades de ser liberadas. Los problemas psicológicos, aquellos que impiden a estos ejemplares identificarse con la imagen de su orden en presencia de un espejo o de otro animal, momento en el que deberían actuar de manera agresiva o asustadiza, no son los únicos motivos que hacen «irrecuperable» a un ave. La capacidad de vuelo incompleta –porque no haya sanado bien un traumatismo, por ejemplo- o la falta de un oído son otras dos causas. «Si les falta uno de los ojos pierden parte de la visión tridimensional, pero no les afecta a la hora de cazar», señala Patricia Orejas, responsable del centro.

«Toda la documentación sobre fisioterapia en fauna salvaje escrita en castellano trata sobre perros, gatos o caballos . Aunque hemos encontrado datos útiles en inglés. El resto del trabajo radica en conocer la anatomía del ave y tratar de adaptarle las técnicas que aplicaríamos en personas», lamenta Agudo.

El búho (real, chico y campestre), el cárabo, la lechuza, el mochuelo, el autillo, el chotacabras (pardo y gris) y el aguilucho (cenizo y pálido) disfrutan de instalaciones exteriores adecuadas a su tamaño en las que ejercitarse antes de regresar a su hábitat natural.

«Búholviendo a la Naturaleza»

Los pollos levantones son inquilinos asiduos de BRINZAL. «Algunos particulares bienintencionados, creyéndolos huérfanos o abandonados, logran criarlos en casa como una mascota. Sin embargo, lo mejor es reintegrarlos al cuidado de los padres; basta con dejarlos en una rama o escondidos por los alrededores», indica Orejas.

El centro cuenta con parejas cautivas muy experimentadas a la hora de sacar adelante pollos ajenos. Cuando éstos alcanzan la edad apropiada para abandonar el tutelaje acaban formando parte de programas de reintroducción o reforzamiento de su especie en determinadas áreas o siendo puestos en libertad mediante hacking (crianza campestre que establece una dependencia entre los individuos y el lugar de suelta, al menos durante un periodo crítico de su existencia).

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