El efecto llamada de la píldora abortiva

En tres meses, la píldora poscoital se venderá como una aspirina y las farmacias ya notan un aumento de peticiones. El sector se prepara para hacer frente a la demanda sin control de este fármaco hormonal

Algunas chicas no quieren esperar los tres meses que faltan para que entre en vigor la reforma del Gobierno de venta sin supervisión de la píldora del día después (PDD) o poscoital. Aún hoy es necesaria la prescripción médica para este fármaco de fuerte carga ... hormonal, pero muchas jóvenes ya preintentan adquirirla sin receta en las farmacias. El sector se prepara para el aumento de la demanda de un medicamento de urgencia que pasara a ser de dispensación libre por obra del departamento que dirige Trinidad Jiménez, «aunque no fue concebido de esa manera», aseguró a ABC la presidenta de la Feredación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE), Isabel Vallejo.

«Quería la píldora del día después», piden con disimulo. «Algunas están desinformadas de verdad, pero otras lo intentan por si «cuela»», comentan en una farmacia 24 horas del barrio de Pirámides, en Madrid. Cercana a un centro de salud donde no dispensan la PDD, llevan años atendiendo estas solicitudes. «Es cierto que ha habido un repunte. Son chicas jóvenes, que vienen sobre todo los sábados y domingos, muy tranquilas y sin agobios», comenta una de las trabajadoras de la farmacia, que añade: «Lo único que podemos hacer es mandarlas al médico, a urgencias o a un centro de planificación familiar».

Anónimas y sin control

En la capital madrileña, las solicitantes prefieren el anonimato de las farmacias del centro o las que están próximas a unidades de sexualidad donde resulta fácil conseguir la receta. Dos farmaceúticos de la calle Arenal, a pocos metros de una de estas unidades, así lo confirman. «Algunas lo intentan aquí antes de ir al centro joven de anticoncepción de la calle Navas de Tolosa, al que siempre las remitimos. No podemos hacer otra cosa», aseguran en el establecimiento de la licenciada M.T. Pinagua. «Es muy común que vengan los fines de semana, especialmente los domingos por la tarde, cuando el centro está cerrado», cuentan en la farmacia de B. Cabello de Alba.

Algo parecido ocurre en otra botica de la Gran Vía. ¿Ha provocado la medida del Gobierno un «efecto llamada» a la hora de solicitar la PDD? «Sin duda. Piensan que la medida ha sido automática y que ya podemos dispensarla. Vienen muchas chicas sudamericanas creyendo que es de libre acceso, como en sus países». Así ocurre en estados iberoamericanos como México o Brasil, a los que ahora España ha tomado de ejemplo y pretende igualarse.

Carlos y Débora, una pareja mexicana de vacaciones en España, fueron a la farmacia a solicitar la PDD como si de una caja de aspirinas se tratara. La sorpresa llegó con la negativa del farmacéutico, que los envió a un centro de planificación familiar. Al médico le dijeron que se había roto el preservativo, la excusa perfecta, cuando en realidad no habían utilizado ningún tipo de protección. Este es una de las principales preocupaciones de la profesión médica, que teme un repunte de las enfermedades de transimisión sexual por un uso banal de la píldora.

En las boticas de barrio y poblaciones más pequeñas la situación es distinta. Más cercanas y familiares, se convierten en un lugar en el que es fácil coincidir con la vecina del quinto y otras caras conocidas. «Supongo que prefieren las farmacias grandes, por las que pasa mucha más gente y nadie se conoce. En la de debajo de casa puedes encontrar a tu madre tomándose la tensión», bromea una farmacéutica.

Talante colaborador

En establecimientos de distritos como Carabanchel, Arganzuela o El Carmen, en Madrid, rige la normalidad de siempre. «Solemos tener un par de casos al mes de jóvenes que vienen con receta, pero poco más. Sí es cierto que han preguntado por ella, reclaman información, pero no nos la han pedido abiertamente», afirman en la farmacia de la licenciada P. Bañón. En la de M.I. Pérez, en la otra punta de la ciudad, comparten esta experiencia y agregan: «Siempre guardamos la receta, porque puede haber inspecciones, y, de momento, sigue siendo obligatoria».

A diferencia de otros profesionales sanitarios -que se han opuesto firmemente a la propuesta- la mayoría de los farmacéuticos han mostrado un talante colaborador con Sanidad. Serán ellos los encargados de poner en la calle la PDD por unos 20 euros la dosis.

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