Alfred Sonnenfeld: «Todo líder que sólo ve a corto plazo fracasará»
El padre Sonnenfeld, doctor en Teología y Medicina, acaba de de publicar «Liderazgo ético» (editorial Encuentro), donde desgrana cuál es la base de los buenos puentes de mando de la sociedad
-Su reflexión sobre cómo se forja un líder hace que la realidad circundante nos parezca un páramo.
-Espero que ayude a mucha gente a reflexionar. Lo que recalco de modo especial es que el líder tiene que ser coherente. No puede haber en él dicotomía entre el decir y el hacer, o entre el hacer y el pensar...
-Ya me dirá usted quién responde a esos cánones.
-Personas tan impresionantes como Sócrates, al que considero como una persona inconformista y provocativa porque para él lo más importante es la integridad moral, más importante que conservar la vida.
-¿Hemos de remontarnos a la Grecia clásica para hallar esa integridad?
-No, por supuesto que no, siempre ha habido en tiempos de crisis o decadencia gente muy buena que demuestra con su vida coherente lo que es el ser un buen líder.
-¿Algún ejemplo reciente?
-La madre Teresa de Calcuta. ¿Quién se atrevía a no fiarse de Madre Teresa? Lo que ella dijera, yo lo creo. Tiene una autoridad absoluta construida con su propia obra. Hay que ser ético porque un líder sólo logra autoridad así.
-Porque la autoridad se la labra uno mismo
-Exactamente.
-Y el poder a lo mejor te viene dado desde fuera.
-Piensa en el poder económico. Solamente a base de mucho dinero no se puede ser un líder ético, porque el buen líder se caracteriza también por ser una persona virtuosa,
-En política lo que defiende en su argumentario es una auténtica quimera.
-Ahí está, pero lo que yo quiero es animar a que los líderes (también los políticos) sean coherentes y auténticos, que no respondan a esa división interior entre lo que hacen y lo que piensan.
-A fin de cuentas, ellos son el reflejo de la falta de valores de toda la sociedad...
-Pues precisamente esto es lo que hay que desarticular. Hay que darse cuenta de que lo importante es triunfar, pero a largo plazo. Para quien sólo piensa a corto plazo, el fracaso está predeterminado. Es fundamental saber el «para qué» de mis acciones y profundizar un poco más. Solamente de este modo estaré haciendo un liderazgo de servicio a la sociedad y al bien común. Quien sólo actúa de un modo egoísta, queda reducido. Yo pongo el ejemplo del fundador de la logoterapia, Viktor Frankl, que estuvo en un campo de concentración, en Auschwitz, y relata cómo dos personas que allí querían suicidarse finalmente no lo hicieron cuando hallaron una motivación fuerte, un «sentido profundo» para seguir viviendo.
- ¿Uno de los talentos difíciles de hallar en los dirigentes contemporáneos es el de saber incentivar?
-Exactamente. A François Michelin, el de los neumáticos, le impresionó lo que le dijo su padre cuando él criticó a unos trabajadores que habían hecho huelga: «Tú no pienses mal de las personas, piensa que en cada uno de ellos hay grandes capacidades y lo que tenemos que ver es cómo conseguimos que de esas personas se pueda sacar lo mejor».
-Suena demasiado idealista.
-Es que hemos de vivir de ideales. Si no, acabamos muy pequeñitos, frustrados y deprimidos.
-También habla en su libro de la envidia.
-Las comparaciones son paralizantes. Hace dos años en España se empezó a hablar de superar a Italia, cuando lo que tocaba era trabajar bien.
-¡Es que el de Zapatero no parece un liderazgo que se corresponda con el que usted predica!
-Puede mejorar, por el bien de todos.
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