Enrique Simó, el veterinario que quiere convertir la apicultura en Patrimonio de la Humanidad
Este valenciano ha reunido más de 80.000 firmas para pedir a la Unesco y al Ministerio de Cultura que protejan este oficio milenario
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Iniciar sesiónAunque Enrique Simó, biólogo y veterinario, lleva toda la vida trabajando con animales, sigue sorprendiéndose con cada visita a sus colmenas: «Cada vez que veo a las abejas es como si fuera la primera. Me cautivan. Siempre pienso que si los humanos fuéramos un ... poco más 'sapiens' y aprendiésemos de ellas no nos pasaría todo lo que nos está pasando. Ellas comparten, cooperan, trabajan en equipo, solo se enfadan cuando es necesario. Son miles y funcionan como un mismo individuo . Esa filosofía me llega». Su amor por estos polinizadores, sumado a la situación «crítica» en la que se encuentra la apicultura, han animado a este valenciano a pedir que declaren esta actividad milenaria Patrimonio de la Humanidad. No esperaba que su grito tuviera eco en demasiada gente, pero más de 80.000 personas se han sumado ya a su reivindicación , dirigida al Ministerio de Cultura y a la Unesco.
«La abeja es imprescindible para la vida en nuestro planeta. Pero cada vez es más difícil vivir de la apicultura. Los últimos cuatro años han sido críticos. El cambio climático, el tratamiento de los cultivos, las patologías de las colmenas y la situación climatológica adversa que tenemos –hemos vivido los meses de marzo y abril más fríos y lluviosos de los últimos cincuenta años– son fatales para estos insectos », argumenta Simó. «Hay muchas especies de abejas silvestres que están desapareciendo y nadie se entera , porque no hay científicos documentando esta situación. Si seguimos así, en diez años apenas quedarán la mitad de los apicultores. Y el 70% de los alimentos que consumimos dependen de esta polinización. Sin abejas no hay agricultura ni biodiversidad ni vida. Todavía estamos a tiempo de salvarlas».
Por eso, Enrique Simó cree que es hora de devolver a estos insectos parte de «t odas las alegrías » que nos dan. Él, que trabajaba como veterinario en una clínica de animales domésticos y hacía voluntariado con especies exóticas, se dio cuenta de lo apasionante que era el mundo de las abejas cuando empezó a trabajar, de forma casual, para una asociación de apicultores . «A partir de ahí, puse mis propias colmenas. Sigo trabajando también como veterinario responsable de una agrupación de unos 600 apicultores y unas 100.000 colmenas, coordinando temas sanitarios y haciendo un seguimiento de calidad del producto. Tengo mucha faena de oficina pero también de campo . Ayer, por ejemplo, recogí un enjambre que tenía ya localizado para recolocarlo. Y luego, aunque se piense lo contrario, son muy dóciles. Yo me pongo la careta pero podría ir incluso sin guantes», plantea fascinado.
España, relata Simó con orgullo, es el gran panal del Viejo Continente: el primer país europeo en censo y número de colmenas y apicultores. Además, nuestro país cuenta con el santuario mundial de la apicultura, la Cueva de la Araña, que alberga la primera imagen de recolección de miel. «Esta, junto con la jalea real, el propóleo y la cera, son tesoros . Si acabas con la producción local, puedes importar estos productos, pero lo que es insustituible es el beneficio de la polinización, que solo en el sector agrario español supera los 2.400 millones de euros anuales . Y con la trashumancia se recuperan muchos más ecosistemas», asume Simó. No hay animal más maravilloso.
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