Regreso al Camino de Santiago 40 años después
Un japonés enamorado de España recorre de nuevo la ruta jacobea que conoció de joven
Regreso al Camino de Santiago 40 años después
«El tiempo es horno donde se cuecen las costumbres», escribía José Luis Pecker en ABC un domingo muy lejano, un 26 de enero de 1975. Entonces, las noticias no eran muy diferentes: subidas de tarifas eléctricas, un «proyecto de ley sobre relaciones laborales»... Pero ... Pecker le dedicaba su reportaje de domingo a Koji Kawai, un japonés de 28 años que había decidido, carrete y bolígrafo en mano y 300 pesetas en el bolsillo, hacer el Camino de Santiago .
Han pasado 40 años desde aquella aventura y Koji, ahora con el pelo cano y algunas arrugas en el rostro, ha sacado del horno del tiempo lo que él ha convertido en su propia tradición: viajar a España solo para encontrarse con los restos del Apóstol. «El Camino ha cambiado mucho», asegura Koji con un fluido español que, sin embargo, delata su procedencia.
Entre ambas peregrinaciones, este japonés volvió a hacer el Camino, aunque en coche: «Vine en el 78 con un amigo y en 1994 con mi primera esposa. Ella tenía cáncer pero no quiso seguir ningún tratamiento. Sabía que no le quedaba mucho tiempo y decidió hacer el Camino», cuenta Koji, que se interrumpe porque los recuerdos, las fechas y los lugares aparecen en su memoria a borbotones. La idea de volver a hacer la peregrinación solo y a pie empezó a sobrevolar hace unos años, pero entonces su padre enfermó y tocaba cuidar de sus hijos, uno nacido en Uruguay y otro en Panamá fruto de un segundo matrimonio.
Ahora, 1.500 euros y tarjeta
Koji ya no es aquel estudiante, autor de una guía turística de España en japonés que quería recorrer a pie la ruta jacobea , «como los peregrinos de la Edad Media», y que pretendía publicar un libro sobre el Camino y ser profesor a su vuelta a Japón. Los planes cambiaron, el libro no salió a la luz y su carrera como profesor tampoco, pero se dedicó en cambio a la cooperación internacional. Ya no lleva 300 pesetas, sino 1.500 euros «y la tarjeta de crédito», y en vez de 35 kilómetros al día, hace 20. «Era más joven», dice riendo. Cuenta que rechazó la idea de unos amigos que querían ir con él porque, de no estar solo, no podría pensar.
Hace 40 años le contó a Pecker que reflexionaba «sobre Dios y el Apóstol, sobre la fe que animaba a toda Europa», ya que quería «comprender el alma de los romeros medievales». Ahora, piensa menos en Dios. Su reflexión se centra en cómo ayudar a los demás. «Es un privilegio estar bien de salud y poder hacer el Camino. Hay gente en África o en Siria que jamás podrá hacerlo. Si finalmente llego, propondré que cada peregrino aporte una pequeña suma de dinero para alguna organización como Unicef», señala.
Koji ya no tiene problemas para encontrar albergues, como le sucedió la primera vez. «Antes era más aventurero, tenía que buscar donde dormir y al conseguirlo sentía mucha alegría. Ahora está lleno de albergues de peregrinos», dice Koji sin ocultar su nostalgia. También ve cambios en las rutas. «Ahora todo está señalizado, me acuerdo que iba por la carretera para no perderme, ahora es imposible y, además, está lleno de peregrinos; hace 40 años no había nadie», asegura.
Koji partió de Tokio el pasado 18 de junio, empezó el Camino al día siguiente y piensa llegar a Santiago alrededor del 11 de agosto. Esta vez eligió el verano, ya que el frío del primer viaje solo le cedió el dulce sabor de la fecha en que comenzó la peregrinación: 24 de diciembre. Koji entonces estaba en Valcarlos y, al no encontrar ningún lugar donde alojarse, se metió en una iglesia durante la Misa del Gallo y obtuvo de la homilía del sacerdote su primera lección del viaje: «Todos somos demasiado egoístas; en una noche así todo el mundo debería tener pan, cobijo, amor».
La pregunta es obligada: ¿volverá a hacer el Camino? «Si mi salud me lo permite, lo volveré a hacer dentro de 10 años».
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