Londres, el futuro Manhattan inglés

¿Tiene sentido crecer tanto hacia arriba y aspirar a convertirse en un Manhattan británico? Parece que nadie tiene la respuesta. Las encuestas muestran que los londinenses están divididos. Según un sondeo de Ipsos Mori para NLA, el 32% de los encuestados quiere menos edificios altos, mientras que el 26% ve bien que se construyan más. La mayoría de los rascacielos , unos 180, ofrecerán un uso residencial para satisfacer la demanda de viviendas, 400.000 según estima el Ayuntamiento, en la próxima década.

Aunque la construcción vertical parece la salida más idónea, los detractores no dejan de recordar que si Londres se convierte en una mole de edificios interminables acabarán generando una ciudad en la eterna sombra, obligando a mantener la luz encendida todo el día. Además, como argumenta hasta el mismísimo príncipe Carlos de Inglaterra, «estas torres no solucionarán el problema de la vivienda ya que creará un encarecimiento insostenible».

Éstas son sólo algunas de las causas que 80 intelectuales y artistas esgrimen en un manifiesto para evitar que Londres, principalmente la zona centro y el incipiente este, acabe asediada por unos mamotretos cuya estética además es más que discutible.

Para vislumbrar cómo luciría el «skyline» londinense, la NLA ha montado una exposición, «London’s growing up» («El crecimiento de Londres»), donde se exhiben maquetas de las torres más espectaculares, tanto construidas como proyectadas. En esta última categoría destaca The Pinnacle (La Cumbre), una espiral que alcanzará los 288 metros y se convertirá, en 2017, en el segundo edificio más alto de Londres tras The Shard.

La NLA aboga además por la creación de una Comisión de Rascacielos que evalúe la calidad y el impacto de los diseños. «Está claro que Londres necesita crecer hacia arriba, pero es también evidente que hay que elegir a conciencia los lugares donde se puede construir y hay que procurar una mayor integración de los edificios en el carácter de la ciudad, asegura Peter Murray, comisario de la exposición y al frente de la NLA.

La esquirla (Shard) de cristal, del italiano Renzo Piano, erigida en la zona de London Bridge y financiada por Catar, ya generó en su día una división de opiniones. A día de hoy parece más que integrada en la estampa londinense, como si hubiera estado siempre allí.

Los centros financieros de la ciudad, la City , en el centro, y Canary Wharf , en las afueras, han crecido exponencialmente en altura con la irrupción de un gran número de rascacielos en los últimos años. Pero el más polémico, aún en construcción, el walkie-talkie (por su forma), podría ser rebautizado como el «fríehuevos» después de derretir un Jaguar que su dueño había aparcado en las inmediaciones. Al parecer, su forma cóncava había dirigido los rayos del sol hacia el coche, que terminó con varias piezas deformadas.

Con sus 288 metros distribuidos en 63 plantas, The Pinnacle, apodado ya como el tobogán, ocupará el segundo puesto en la lista de edificios más altos tras el Shard. A tan sólo unos metros de la cúpula de San Paul en la City, su construcción pretende sacar el máximo de metros cuadrados de oficina del mínimo de metros cuadrados de solar. Apodado como «El rascacielos sostenible», The Pinnacle tendrá 2.000 m2 de células solares fotovoltaicas para generar hasta 200 kilovatios de electricidad.