José Luis López-Sors: «No había más opción que alejar el Prestige de la costa»

–¿Cómo se vive once años siendo imputado?

–Fue una situación sangrante, pero yo me sentía como el protagonista de haber evitado una catástrofe mayor porque había dos opciones: o salvar al barco o salvar a las costas españolas . Y mi mandato era proteger a mi país. Han sido once años rodeado de muchas sensaciones.

–¿Estar imputado es equivalente a estar condenado, en España?

–Sí. Incluso en el PP, algunos me han llegado a decir que «al imputado ni agua». En el derecho anglosajón, a quien toma estas decisiones no se le juzga. Pero en el derecho español es bueno tener imputado a un funcionario porque si este resultara condenado paga subsidiariamente el Estado.

–¿Se le trató peor que al armador del petrolero?

–El armador ha desaparecido. Lo terrible de esta vida económica es que el negocio marítimo está formado por quienes explotan los barcos, y después están unos países por los que estos pasan, unos ciudadanos que viven en la costa y unas tripulaciones que van en el barco. Pero parece que lo único que importa es que el buque produzca dinero, y por eso se estira su vida al máximo. El armador tenía un capitán y un jefe de máquinas griegos, y los demás miembros de la tripulación eran filipinos, para pagar menos salarios. Algunos tenían 14 años.

–¿Había protocolos o manuales de actuación para una situación como la del Prestige?

–El Convenio Internacional de Intervención de 1967 que marca el derecho del Estado ribereño a defender sus costas. Mi actuación consistió en la aplicación de ese convenio. Lo primero siempre es defender las costas, las industrias pesqueras, los hoteles que se llenan de turistas. Todo eso es patrimonio del Estado y España tenía derecho a defenderlo.

–¿Era posible llevar el petrolero a puerto?

–Yo pedí dos informes, el primero para ver si era posible sacar la carga a otros buques mas pequeños. Me dijeron que no se podía. Entonces, valoré llevarlo al puerto de La Coruña para usar las bombas de succión de la refinería de Repsol. Pero el práctico, el que de verdad conoce el puerto, me dijo que no podía meterlo, que era muy peligroso . No había más alternativa que llevarse el barco fuera.

–¿Qué lecciones deberíamos haber aprendido?

–Que a quien cumple con su obligación con su país no se le puede imputar, aunque su decisión fuera errónea. Además, hay que ir a la raíz, a una navegación de máxima calidad. Se deben exigir barcos de calidad, con tripulaciones cualificadas. Pero España no tiene poder para presionar. Otra cosa que se aprendió es que hay que luchar contra la contaminación en la mar, eso es lo que hice yo. Es lo que actualmente viene refrendado por la legislación posterior al Prestige.

–¿Podría haber otro Prestige?

–Siempre hay un Prestige. En 50 años, hemos tenido una decena. Yo sugeriría recordar sus aniversarios para no olvidarnos de que esas catástrofes ocurren.