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«Del silencio de las Mínimas al clamor de barrio en la parroquia: dos maneras de llegar a Dios, directas y sin fisuras»

Iglesia del convento de las Mínimas en la calle Pagés del Corro ABC
Alejandra Navarro González de la Higuera

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En el silencio de la pequeña iglesia del convento de las Mínimas de Triana el tiempo se detiene. Los portalones abiertos que dan acceso al patio del monasterio han sorprendido a los vecinos del barrio, acostumbrados a pasar por delante como si fuera un edificio ... vacío, sin vida ni actividad. Nada más lejos de la realidad. La vida contemplativa sigue su curso detrás de ese muro blanco lleno de historia, donde a principios del siglo XVII se fundó la hermandad de las Tres Caídas de Cristo. El Santísimo espera en el altar a aquellos que, siguiendo la llamada del Papa, dedican unos minutos del día a participar en las jornadas ‘24 horas para el Señor’ y, aunque sólo permanece abierto durante un par de horas, los trianeros acuden a la cita. Muchas caras conocidas que no quieren dejar solo al Señor rezan en la capilla del monasterio.

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