En cuarentena
Las redes de Dios
«Las cofradías se han lanzado a la digitalización como medio para hacerse presentes en las necesidades espirituales y físicas de los hermanos»
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Iniciar sesiónNo he podido ver todavía la película de la que todo el mundo habla, esa de la Semana Santa sevillana de principios de los años 30 y sobre la que tantos coinciden en que muestra una fiesta que se perdió, más íntima, más callejera, más ... auténtica. Es posible. Tampoco la sociedad en la que las cofradías nacen y viven, y en algunos casos mueren por falta de devociones o fe religiosa, es la misma ya. El nihilismo imperante, y como consecuencia palpable, la progresiva pérdida de valores y principios morales, políticos o sociales, han dado como resultado una colectividad de seres que peor que bien se adapta a las circunstancias imperantes a base de normas, leyes y multas, que es lo que duele y al fin y al cabo.
En todo este proceso, las nuevas tecnologías de comunicación e información están cumpliendo un papel primordial, también en lo bueno y en lo malo, pero cuya utilidad para el mundo de las cofradías se puso de manifiesto durante los largos, tediosos y tristes días del confinamiento total de la Cuaresma y la Semana Santa del año pasado. Creo que no hay hermandad ya que no disponga de un chat en Whatsapp, un canal de Youtube donde suscribirse, una web, una cuenta de Twitter, Facebook o Instagram, o un contrato con una empresa audiovisual para retransmitir sus cultos via streaming, de forma que al igual que nos hemos visto abocados al teletrabajo, las cofradías se han lanzado a la digitalización como medio para hacerse presentes en las necesidades espirituales y físicas de los hermanos.
Hasta el Seminario Metropolitano de Sevilla ha lanzado a través de Whatsapp una preciosa iniciativa que permite que enviemos nuestras peticiones a través de una plataforma para que un seminarista rece por ellas. Incluso te envían una foto del alumno que pide por ti, y si dejas tu correo o número de teléfono, este se pondrá en contacto contigo de forma personal.
Puede resultar triste, pero es la sociedad que tenemos, y hasta en los cables vive Dios. Quizás se perdió lo callejero y lo que adjetivábamos como auténtico hace 90 años se ha transformado en otra realidad. En nuestras manos está que la revolución de las redes no se quede solo en eso, en meras intenciones y recursos digitales, sino que muestre el verdadero camino hacia el necesitado y al falto de esperanza, ahora que nos hemos dado cuenta de que no somos inmortales: el camino del amor, ese que nos hace libres y que no necesita de normas, leyes o multas, porque llega directamente al corazón de Dios.
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