En cuarentena
Tiempo robado
«Parece que lo estoy oyendo llegar al periódico el Domingo de Ramos, después de patearse el centro y vivir el paso de las cofradías en la Campana, cuaderno en mano, para escribir las mejores crónicas de Semana Santa de este ABC»
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Iniciar sesiónMe asomo a esta ventana cuaresmal con todo el pudor que me produce recordar a Fernando Carrasco. Cuántos compañeros míos, verdaderos maestros en el arte de escribir, le dedicaron a él y a su legado en el periodismo sevillano sus mejores líneas. Y hoy estoy ... yo aquí, con la emoción a flor de piel y con la pena en el alma: me parece increíble que hayan pasado ya cinco años sin tenerlo en la Redacción, con su voz atronadora, su risa, su sabiduría innata y su corazón enorme, ese que le traicionó y lo llevó derechito a los brazos de su Virgen del Refugio y del Cristo de la Salud de San Bernardo. Porque una Redacción es una gran familia, con la que compartimos más horas que con la que nos espera en casa, y Fernando era el hermano que llevaba todo para adelante, incluso una considerable producción literaria, sin olvidar un detalle. Libia, Fernando, Libia hija, mil perdones por todo ese tiempo de más que os lo robamos. Pero costaba tanto no disfrutar de su conversación y de su guasa.
¡Serraniiiiiín! ¡Lejandriiiiiiiiii! Parece que lo estoy oyendo llegar al periódico el Domingo de Ramos, después de patearse el centro y vivir el paso de las cofradías en la Campana, cuaderno en mano, para escribir las mejores crónicas de Semana Santa de este ABC nuestro, tarea que ha heredado hoy su pupilo Javier Macías, tan grande y tan lleno de energía como su maestro. Y así toda la semana, empezando siempre en las vísperas, cuyas cofradías siempre fueron el ojito derecho de Fernando Carrasco, y Moreno por parte de madre, que no se nos olvide, por la dedicación y el trabajo que realizan en los barrios donde Dios llega, a pesar de las adversidades.
Y los toros... La crítica taurina sevillana tenía un nombre y un periódico, Fernando y el ABC. Yo creo que hasta se le cambiaba la cara el Domingo de Resurrección porque los ojos le brillaban de forma especial. Con él y con Vicente Zabala pasamos noches divertidas de cierre, comentando lo visto, lo oído y lo vivido.
Me emociono al recordar cómo recibí la noticia de su muerte y cómo empecé a llorar como un torrente, igual que ahora, igual que cuando murió mi padre y ahí estaba Fernando para darme un abrazo mudo porque no le salían las palabras. Ni falta que hacían. Fernan, te echo de menos. Hoy soy subdirectora de este ABC de Sevilla, fíjate. Seguro que te alegras, desde aquí te oigo. ¡Ay, Lejandriiiiii!
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