Santo Entierro Grande: el cuentakilómetros cofrade de Sevilla siempre puede más

Pero los sevillanos no estuvieron solos. Desde otros rincones de la geografía sevillana y andaluza llegaron más de setenta autobuses llenos hasta la bandera con cofrades prestos y dispuestos a disfrutar de las hermandades de Sevilla, en una oportunidad única. No se daba desde 2004.

El Ayuntamiento había habilitado dos puntos de paradas para dichos autobuses. Uno junto a la glorieta de Carlos Cano (Aparcamiento P1 de la Feria), en la boca del metro de la estación de Blas Infante y con acceso desde la avenida de Alfredo Kraus. El segundo, en Camino de los Descubrimientos, ocupándose para aparcamiento de autobuses un carril de circulación. Hasta una veintena se agolparon en esta zona de la isla de la Cartuja.

Minutos antes de las tres de la tarde, cuando sólo estaba en la calle la hermandad del Sol y el misterio de la Paz, los aparcamientos públicos del centro estaban llenos o casi completos: paseo de Colón, mercado del Arenal, avenida de Roma, Albareda, plaza de Armas, etc.

En el Porvenir todo parecía un 'dèja vu'. Las mismas cara que hace siete días. Muchos jóvenes del barrio y de la hermandad acudían al mismo rincón. En la esquina de Río de la Plata con Brasil era Domingo de Ramos, aunque con menos bulla, eso sí. Los que acudieron no dudaron en arropar el paso de Nuestro Padre Jesús de la Victoria por el Parque de María Luisa.

Uno de los focos de atención de este sábado estaba en el eje Triana, Reyes Católicos y San Pablo. Y desde bien temprano. Al Altozano sólo le faltaba la arena y el mar, sillitas y sombrillas tenía. La playa de Sevilla.

Muchas gente esperaba en Reyes Católicos, con coches aparcados incluidos. Pero donde más personas se agolpaban desde mucho antes de las llegadas de los pasos era en San Pablo y la Magdalena. San Gonzalo, la Esperanza de Triana, Monserrat, el Calvario y la Quinta Angustia componían un buen menú. Muchos ayer iban a devorar cofradías aunque no supieran el trasfondo: el 775 aniversario de la vuelta al culto cristina de la ciudad por parte del Rey Santo tras la reconquista.

La tarde en la Alameda era un paraíso para ver Montesión, el Señor de la Sentencia, la Virgen de la Amargura y la Exaltación. Avanzaban las horas, se acercaban los pasos y el centro de Sevilla colgó el cartel de 'no hay billetes'.

La primera corona de calles alrededor de la Carrera Oficial estaba atestada. Aunque al ser cortejos tan cortos, la ciudad era un movimiento de personas constantes. Era el comentario más repetido: «¡Qué gustazo ver cofradías así!». Y llegaba la pregunta que sobrevuela la Semana Santa de Sevilla: «¿Y si ponemos un límite a los nazarenos?».

La plaza del Triunfo, a la salida de la Catedral del Santo Entierro Grande, era un gran teatro con las butacas llenas. Todos los pasos se dirigían a la plaza del Salvador. «Me están entrando por los cuatro costados», decían los allí presentes ante las serpientes de personas moviéndose.

Ante la Colegial esperaba una de las escenas del día. Una cofradía única: el Señor de Pasión y la Virgen de la Amargura. La banda sonora la puso el Carmen de Salteras cuando entró el Nazareno de Montañés. Y tras sortear la bulla, y ¡qué bulla!, de las de antaño, a Triana. El Cachorro con banda de música, San Gonzalo con Virgen de los Reyes y Tres Caídas bien merecían un último esfuerzo. Llegar desde Reyes Católicos al Altozano era una prueba de obstáculos: carritos, motos aparcadas, sillitas, muchas sillitas, gente sentada en el suelo en plenos cruces, etc.

Pero objetivo conseguido. Este sábado, el alma del cofrade quedó exhausto, a los pies se le acumularon entre diez y quince kilómetros. Pero en el depósito de combustible queda lo suficiente para gozar de la Resurrección del Señor en Santa Marina.