Eva sin Mankiewicz

Este punto de vista, este «dispositivo» retorcido , desaparece completamente en la adaptación de Pau Miró , que moldea su 'Eva contra Eva' con los materiales que más brillan a la luz de nuestros tiempos y plantea el conflicto «de género» entre las mujeres y las actrices —la madura y la joven, la asentada y la principiante— como un lento proceso de toma de consciencia que deja una puerta entreabierta , si no a la «sororidad», al menos al entendimiento y la supervivencia conjunta frente a los hombres detentadores de poder e influencia.

Sin ese entramado de Mankiewicz que deparaba una maraña de tiempos, los personajes comparecen aquí y ahora demasiado solos, como arquetipos sin pulir y a la intemperie —la estrella, la representante, el crítico, el dramaturgo, la fan debutante— en los que cuesta percibir singularidades que trasciendan su naturaleza de papel, aunque todos se desenvuelvan a buen nivel y al público le sea cómodo asumir lo que se le propone a partir de una presencia tan familiar como la de Ana Belén .

La funcionalidad de la escena —con un par de espejos-pantalla y una cámara que podrían haberse abierto algo más a la imaginación—, que ayuda a que la obr a fluya rápida y entretenida , imposibilita por otro lado el desarrollo de los personajes y de su psicología, una evolución que «Eva contra Eva» obtiene, al final y como fórmula obligada, a golpe de truco de magia, como prestidigitación caída del cielo que sintetiza los conflictos.