De la misa la media
Un fresco de otra época
Iglesia en Sevilla
Los ademanes, los gestos, los movimientos milimétricos y la escrupulosidad con que se siguen todas y cada una de las rúbricas (las instrucciones del misal al celebrante) remiten mentalmente a otra época
Sevilla
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Iniciar sesiónMisa en la iglesia del Carmen (Barriada Elcano)
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Fecha: 14 de enero
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Hora: 9.30 horas
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Asistencia: casi lleno, más de setenta personas
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Preside: Rubén Pérez
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Exorno: flores de Pascua
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Música: espontánea de la asamblea, grabada en la comunión
En 1953, antes del Concilio Vaticano II, Juan Miguel Sánchez pintó la escena de la llegada de Juan Sebastián Elcano y los supervivientes de la nao 'Victoria' a Sevilla tras la primera vuelta al mundo en el frontal del presbiterio de la iglesia del ... Carmen de la barriada Elcano, destinada a los obreros del astillero público sevillano. Se trata de un fresco impresionante en el que parece que la misa semanal de la mañana del domingo quisiera no desentonar.
Porque el oficiante sale revestido como Dios manda: se le adivina sotana (sí, sotana) bajo el alba, gemelos en la camisa blanca, casulla de guitarra de verde resplandeciente y amito alrededor del cuello y los hombros, una prenda, muy en desuso, para ocultar cualquier rasgo de vestidura no litúrgica con la que se quiere significar el ocultamiento del sacerdote hombre porque actúa 'in persona Christi'.
Los ademanes, los gestos, los movimientos milimétricos y la escrupulosidad con que se siguen todas y cada una de las rúbricas (las instrucciones del misal al celebrante) remiten mentalmente a otra época. Hacía tiempo que no observábamos los dedos canónicos en un sacerdote: la reserva de pulgares e índices apretados para tocar exclusivamente el Cuerpo de Cristo consagrado usando los dedos restantes para el resto de acciones que demanda la liturgia.
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En el momento de alzar, elevó las especies eucarísticas lo más alto posible, estirando al límite los brazos y la fracción del pan se ejecutó con una parsimoniosa delectación para asegurarse de que todas las partículas que contienen real y verdaderamente a Jesús sacramentado cayeran sobre el cáliz. Hasta el uso del canon romano (la plegaria eucarística I habitualmente asociada con fiestas de apóstoles o santos) sirve para enfatizar lo más tradicional de la misa.
Por ponernos quisquillosos, podemos apuntar que la puerta del sagrario se le quedó abierta al repartir la reserva (otra manía personal de este visitador eucarístico) y que la meticulosa purificación (con vino primero y después con agua) de los vasos sagrados debiera haberse hecho en sitio del altar diferente donde se ha tenido el banquete. Pero de tales minucias no vamos a hacer una montaña.
Tampoco se dio el gesto de la paz, que es potestativo del celebrante, aunque ninguno de los presentes se extrañó, lo que quiere decir que la forma puntillosa en que celebra don Rubén, ordenado en 2020, tiene su predicamento entre los parroquianos, que ya no son los operarios del astillero Elcano sino vecinos de los Bermejales, donde está el templo principal de la parroquia Nuestra Señora del Mar.
El caso es que la homilía tampoco desentonó con el cuadro: la carta de San Pablo a los corintios le sirvió para alentar en la asamblea la «virtud de la santa pureza» en abierta contradicción con lo que definió como fornicación: «las relaciones fuera del matrimonio cristiano o dentro, pero que se cierran a la vida». Nada fuera de la doctrina y el magisterio, por supuesto, pero con un acento rigorista (la insistencia en el sexto mandamiento) que sonaba a otras épocas.
El riesgo que se corre es el del hieratismo cultual deslumbrado por las formas sin alma pastoral: el sentido teológico de pueblo de Dios en marcha para forjar la comunión queda escondido bajo la nostalgia por recuperar viejas formas absolutizadas. No digo que se dé, pero es el riesgo de desequilibrar por el lado formal la inestable paradoja que está en el centro del misterio eucarístico.
Hace falta mucha mistagogía para no caerse por esa resbaladiza pendiente de la añoranza preconciliar. Como dice un conocido dicho de la tradición rabínica, «para Dios fue más fácil hacer salir de Egipto a los hebreos que a Egipto de los hebreos».
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