«Llueve como la tarde que te mataron»: un final de «Patria» emocionante y contenido
Fiel a la novela de Aramburu hasta el último instante, la serie de Gabilondo para HBO termina su viaje
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Iniciar sesión«Fue un abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se dijeron algo? Nada. No se dijeron nada». Así termina Fernando Aramburu su novela y de la misma manera acaba la serie, con una escena de ... deshielo, última parada de un viaje conocido que en pantalla no decepciona. A estas alturas, parecería lo normal, pero nunca es tarde para echar a perder el mejor guiso.
El último capítulo, estrenado el domingo en HBO, es un ejemplo perfecto del equilibrio con el que se mueve la serie, sobre la cuerda tendida con inteligencia y sensibilidad por Aramburu. No se cae en su recorrido y llega feliz, hasta donde es posible, al otro extremo, un abrazo entre dos madres que no puede ser épico ni festivo.
El episodio comienza con la decisión de Joxe Mari ( Jon Olivare s) de escribir a Bittori ( Elena Irureta ). Su aspecto de mayor es el único lunar del espectacular trabajo de maquillaje y peluquería. Enseguida nos centramos la evolución del personaje, de implacable etarra decidido a ejecutar a un amigo de la familia a preso permeable a la duda y el arrepentimiento, antes incluso que su madre.
Esas pocas líneas, el milagro sanador de la palabra, cambian la vida y la muerte de Bittori, el paisaje entero. Ella corre a contárselo al marido muerto, pese a que está jarreando, con sus fantásticos andares de vieja enferma y agotada, en la última misión de su vida. «Llueve como la tarde que te mataron», le cuenta a su Txato ( José Ramón Soroiz ), antes de leerle las novedades llegadas por correo extraordinario.
El espectador ve también la preparación del atentado, la elección de la víctima, de forma cobarde y caprichosa. Aitor Gabilondo y sus directores saben dar un punto de suspense a una historia, aunque está destripada desde el mismo comienzo de la serie.
En sus idas y venidas a los personajes, un recurso también literario que corre el riesgo de enroscar demasiado el relato, observamos la ingenuidad de la víctima («¿Pero cómo me va a estar vigilando?») y el abismo que se agranda entre los padres del etarra, el marido anestesiado por el alcohol y la madre radicalizada. Excelentes todo el rato Mikel Laskurain y Ane Gabarain .
Se resuelve también la intriga, una de las cosas que atormentan a la protagonista: quién aprieta el gatillo. Pero lo esencial son esos renglones que sangran tinta bajo la lluvia. Todos esos momentos y las lágrimas de Bittori no se pierden en el tiempo, sin embargo. Elena Irureta, fantástica hasta el final, lejos de abandonarse al dolor se siente en paz y con ese humor tan lleno de amor que no puede ser negro : «Caliéntame la tumba como me calentabas antes la cama».
El viaje de la otra madre es más brusco, como todo en ella. Se indigna con la posibilidad de pedir perdón, pero tiene sus momentos de lucidez, empujada por su hija Arantxa ( Loreto Mauleón ) y apaciguada por san Ignacio, en otra serie de diálogos que en manos menos sabias alterarían el tono de la pieza, romperían su equilibrio. «Si lo que hacíamos era tan malo, ¿por qué no nos paraste a tiempo?», reprocha al santo, sin asumir la menor responsabilidad. «Saca a mi hijo de la cárcel o no vuelvo a dirigirte la palabra».
Como norma general, a los personajes no se les permite llorar. Es mejor verlos sonreír con esfuerzo, sobreponerse a la tragedia y mirar adelante. Solo el lujo de un pequeño milagro alivia la historia, que se despide con parquedad. Ni la novela ni el libro quieren manchar con palabras o imágenes este atisbo de reconciliación con que termina «Patria», nieve recién caída que es mejor no pisar .
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