norman rockwell
El arte de contar historias
Con bastante complicidad, Steven Spielberg y George Lucas comparten una afición: su multimillonaria colección de los iconos americanos creados por Norman Rockwell
Steven Spielberg y George Lucas son muy buenos amigos, genios del cine y han trabajado juntos para contar historias en la gran pantalla. Y además de todo eso, comparten una misma pasión multimillonaria. Los dos son ávidos coleccionistas de las obras de Norman Rockwell (1894- ... 1978), uno de los pintores con mayor responsabilidad a la hora de acuñar la más idealizada iconografía americana y celebrado por el poder narrativo de sus ilustracionRes.
Dentro de toda esta complicidad de evocación peliculera a tres bandas, Spielberg y Lucas han prestado este verano casi sesenta piezas de sus colecciones particulares al Museo de Arte Americano en Washington. Las resultantes colas de público, especialmente diverso y sin duda encantado, confirman ese deseo tan humano de que alguien nos cuente historias, con independencia del soporte elegido para relatar las vidas de otros.
De acuerdo a las explicaciones de Virginia Mecklenburg, especialista de la Institución Smithsonian que ha organizado esta muestra, «Norman Rockwell era capaz de contar toda una historia en una sola estampa». Hasta el punto de realizar toda una documentada súper-producción a la hora de seleccionar sus modelos, organizar decorados, asignar vestuario y pensar en una detalla narrativa sobre una América idealizada pero perfectamente capaz de conectar con audiencias actuales.
Entre los cuadros favoritos de Steven Spielberg figura «Boy on High Dive» (Chico en un alto trampolín). El lienzo de 1947 muestra la escena de un muchacho disfrutando del verano en una piscina, donde se encuentra encaramado a un trampolín de 6 metros de altura. Con los ojos bien abiertos, el protagonista no oculta su dilema personal, mezcla de vértigo y de ganas de conquistar ese gran reto piscinero.
En el despacho
Según explica Spielberg en el video que acompaña a la muestra, ese cuadro cuelga en las paredes de su despacho en los Estudios Universal de Cali[fornia. A juicio del cineasta: «Todos estamos sobre trampolines en cientos de ocasiones durante nuestras vidas, ya que asumir un gran riesgo con respecto al status quo de nuestras vidas es algo a lo que nos tenemos enfrentar. Por eso para mí, ese cuadro representa cada una de mis películas justo antes de haberme comprometido a dirigirlas».
La conexión de Spielberg con Rockwell viene de su infancia
La conexión de Spielberg con Rockwell viene de su infancia, cuando fascinado contemplaba sus ilustraciones en el calendario de los Boy Scouts. De hecho, en esa institución juvenil —la tropa 294 de Scottsdale, Arizona— fue donde el futuro director tuvo oportunidad de realizar su primer corto con una cámara de formato 8 milímetros. El resultado de aquel cursillo «gustó a mis compañeros, se rieron y aplaudieron, y yo agarré ese virus pensando que tenía que dedicarme a eso para el resto de mi vida».
George Lucas, en el mismo vídeo de la exposición en Washington, admite claramente la influencia de Norman Rockwell en su propios proyectos cinematográficos, empezando por «American Graffiti». En su opinión, el gran ilustrador americano es un especialista en presentar «una versión idealizada... de la vida». Además de recordarle a toda su infancia: «Yo vengo de un pequeño pueblo en el centro de California. Crecí en el mundo de Rockwell, haciendo todas esas cosas que vemos en sus cuadros».
De los dos estelares cineastas, el primero en empezar a adquirir obras de Rockwell fue George Lucas. Y de hecho, de los 57 lienzos y dibujos presentados en Washington, 34 pertenecen a Lucas y 23 a Spielberg. Aunque los dos han demostrado tener especial cuidado en no enfrentarse en subastas públicas o guerras de ofertas y contraofertas. Según ha explicado Lucas, «normalmente hablamos antes y decidimos quién lo va a comprar».
De toda su colección, una de las mayores de Estados Unidos sobre ilustraciones de revistas, el creador de la saga «Star Wars» tiene colgado en su despacho «The Shadow Artist» (El artista de la sombra) de 1920, que muestra una improvisada función antes un grupo de niños que suponemos embelesados. Según Lucas, «así es como comenzó nuestra industria del cine, con un entretenedor utilizando luz y movimiento».
Al propio Norman Rockwell se le atribuye la aseveración de que una ilustración —como la legendaria serie de 323 portadas producidas para la revista «Saturday Evening Post»— debe aspirar a ser «algo más que una broma de una sola línea». Y de hecho, el pintor llegó a confesar en algún momento que de no haberse entregado al arte del dibujo y la pintura, le hubiera gustado hacer cine. Su lienzo alternativo podría haber estado en Hollywood.
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