Joachim Trier, el nuevo Bergman que no quiere serlo: «Sé que no le llego a la suela de los zapatos, y no me preocupa»
El cineasta que triunfó con 'La peor persona del mundo' estrena ahora en España 'Valor sentimental', una de las películas europeas que llegarán a los Oscar esta temporada
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Joachim Trier, director de cine
Renate Reinsve fue 'La peor persona del mundo' pero ahora, cuatro años después de aquel título, ha mutado: todo el mundo quiere a la actriz de moda de Europa. Fue alabada en el Festival de Cannes y en el de San Sebastián recibió a ... ABC tras una jornada de surf. No dejó de sonreír bajo el sol donostiarra la noruega, que a sus 38 años ha encontrado la madurez exacta para abordar los oscuros papeles que le ha propuesto Joachim Trier, con el que ha hecho tándem y con el que viajará, si los pronósticos se cumplen, a la próxima ceremonia de los Oscar.
Sobre la livianez excesiva de la actriz recae el peso densísimo y abismal de 'Valor sentimental', la nueva película del director danés que aborda las profundidades de una casa y una familia quebrada por una grieta del pasado, y por dos hijas que ven cómo su padre, un viejo gran cineasta, las tuvo siempre fuera de foco. Tanto que cuando el padre quiere regresar al cine con un guion casi autobiográfico, para el que elegirá a una intensa estrella de Hollywood (Elle Fanning), el personaje de Renate se ve en mitad de un terremoto emocional donde entran en juego la incomunicación, el trauma intergeneracional, la idea del suicidio... Todo en una casa llena de grietas que funciona como un escenario y como un personaje, y en el que Joachim Trier recrea un universo que es lo más cercano a Bergman en el siglo XXI.
«Joachim es el nuevo Bergman, pero con amor y no con miedo a la vida», reconoce Renate Reinsve sobre el cineasta. Y si Renate Reinsve fue en algún momento 'la peor persona del mundo', Joachim Trier compite por ser el cineasta más amable del planeta. El noruego encaja todas las preguntas con una sonrisa y trata de devolverlas con un pensamiento, algo no tan habitual. A su lado, durante la entrevista con ABC, se sienta Stellan Skarsgård, veterano y omnipresente intérprete que a sus 74 años vive una tercera juventud más disfrutona que cuando rodó con tipos como Lars Von Trier o con el propio Bergman.
«En España puedo hablar de Bergman libremente...», lanza Trier, que viste como si fuera un personaje arquetípico de intelectual europeo, con gafas redondas, todo de negro y unas zapatillas deportivas de moda retro: «En España puedo hablar con libertad porque si lo nombro en los países nórdicos se me echan encima porque dicen: 'Oh, se cree que es Bergman'. Pero no lo soy, y soy consciente de ello. Yo no llego y me siento y digo, mira en 'Fanny y Alexander' rodó la casa de esta manera y yo voy a hacerlo de ese modo. No, no soy suficientemente inteligente, sé que no le llego a la suela de los zapatos. Y no me preocupa. Porque sí, me fijo en él como me inspiro en las historias familiares de Yasujirō Ozu, en el tratamiento del tiempo y de la memoria de Alain Resnais, y en los planos cortos Dreyer...», se disculpa, sin necesidad, el ganador del gran premio del jurado de Cannes, que enumera el despliegue de la cultura occidental que filtra en su filmografía: «Ibsen inspiró a dramaturgos estadounidenses de siglo XX como Arthur Miller; Miller, de nuevo, inspiró la literatura existencial europea de los 50 y 60; eso alimentó la 'Nouvelle Vague'; y luego, el cine estadounidense de los 70 se formó con esas películas... Y de ahí me inspiro. La cultura baila y fluye como el agua».
Y si Trier no quiere ser Bergman, ni Ozu, ni Ibsen, ni Chejov, su cine se empeña en contener retazos de todos para construir un imaginario que retrata como muy pocos han hecho las vicisitudes de eso que ahora se da por llamar «jóvenes adultos» en la Europa posburguesa.
Así que quiera o no, lo bergmaniano de su cine es inevitable. Sin embargo, la película habla por él. La casa familiar es un personaje más, como en 'Fanny y Alexander'. «Desde el punto de vista de una casa, la vida humana pasa muy rápido», explica Trier. «Nace, tiene un hijo, muere. Poner eso en juego desde el principio le daba presión dramática: hay límites, no hay tiempo infinito juntos».
Representar a algo parecido a una generación
«Queríamos explorar personajes con más peso emocional, más profundidad. Joachim y Eskil Vogt (el guionista) se encerraron a escribir y yo no tuve nada que ver, pero sí querían desafiarme más, ponerme en un lugar emocionalmente más pesado». El resultado es una Nora que interpreta a una actriz en crisis permanente, incapaz de procesar el dolor, que entra en pánico cuanto más se acerca al escenario, que es la vida. Es actriz como podría ser, en realidad, cualquiera.
«Bergman piensa en los mismos temas pero desde una perspectiva muy oscura. Al final te da un poquito de luz para mantenerte enganchado a la siguiente historia. Joachim lleva el amor y la compasión durante toda la película»
Renate Reinsve
Stellan Skarsgård, que interpreta al padre Gustav, recuerda los ensayos: «Le dije a Joachim: no seas demasiado amable con Gustav, hagámoslo complicado, también cruel y difícil, pero busquemos la verdad del porqué». El resultado es un personaje gélido pero cercano, amable y radicalmente tóxico. «Tú sabes lo que es tener hijos, sabes lo que es hacer arte, pero lo abordas de forma muy distinta a él», le dice Trier a Skarsgård, y el actor asiente sin querer decir mucho más. Porque si algo diferencia a este Bergman noruego del sueco es precisamente la luz. Renate Reinsve lo resume a la perfección: «Bergman piensa en los mismos temas pero desde una perspectiva muy oscura. Al final te da un poquito de luz para mantenerte enganchado a la siguiente historia. Joachim lleva el amor y la compasión durante toda la película». Trier lo confirmaba antes sin quererlo: «El espíritu con el que la hicimos ha sido la curiosidad humana y la ternura, mucho más que atacar a alguien, que ya hay demasiado».
En Cannes, el propio director había lanzado una frase que lo sintentiza: «La ternura es el nuevo punk». Reinsve la secunda: «No puedes resolver un conflicto con más conflicto. Incluso las enfermedades autoinmunes solo se curan con amor y quitando estrés. Pasa lo mismo con las relaciones y con el mundo entero. Nos estamos atacando pero formamos parte de lo mismo».
Porque al final, todo parte de la familia, origen y destino de todo lo que nos sucede. «Es donde nos formamos», dice Trier. «Me costó varias películas atreverme a abordarla directamente, pero ahora tengo hijos y tengo que preguntarme cómo funciona esto». Reinsve lo corrobora: «Todos tenemos una relación muy fuerte con nuestra familia, tengamos contacto o no, y nos afecta inmensamente. Encontrar formas diferentes de contar algo tan específico es muy sanador». Y ahí, volvemos a Bergman, a mirarnos en el espejo más incómodo, el de la familia. Aunque esta vez, Trier ha decidido abrir un resquicio a la luz, a que la peor persona del mundo sucumba frente al director capaz de diseccionar el alma de la sociedad europea actual con un rayo de esperanza.