Festival de Cannes
Carla Simón y Joaquim Trier, dos buenas maneras de disolver los posos familiares
«El pasado familiar es tan fértil para los guionistas y directores como la Segunda Guerra Mundial»
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El pasado familiar es tan fértil para los guionistas y directores como la Segunda Guerra Mundial y cualquier historia tiene ahí, en la comprensión, acomodo, aclaración, resolución o encubrimiento del pasado familiar, un buen asunto para que bailen las emociones. Las dos últimas películas de ... la competición de Cannes, y además dos de las más importantes y esperadas, 'Romería', de Carla Simón, y 'Valor sentimental', de Joachim Trier, son un auténtico festín de esos residuos sin resolver ni disolver que forman un poso que llevan en su interior los personajes.
La película de Carla Simón es un cierre íntimo a su propia biografía, que empezó con 'Verano, 1993', siguió con 'Alcarrás' y termina ahora con 'Romería'. Es decir, que la directora necesitaba contarse y lo ha hecho mediante estas tres películas arañadas de sí misma, de su memoria o de la parte de ella que ha querido esclarecer. En 'Romería', el personaje es una joven barcelonesa, Marina, que viaja hasta Vigo guiada por la curiosidad de saber la historia de sus padres, que murieron siendo ella niña (ver 'Verano, 1993'), y conocer a la familia que aún tiene allí, sus abuelos, tíos y primos. Guiada por la curiosidad, o la necesidad, pero también por un diario de su madre en el que iba anotando su vida en aquella época.
De menos a más
El guion y la puesta en escena de la directora permiten diferenciar las varias modalidades o formas del pasado, el que fue, el que quiso ser y el retocado (la realidad, la ilusión y la recomposición). El desarrollo de la película va de lo descriptivo a lo emocional, de menos a mucho más, de tensión baja a una gran presión sentimental… De la búsqueda de Marina de sí misma entre sus familiares hasta la perfecta interpretación de sus padres, de las circunstancias y de la costra que dejaron en los suyos. Tiene ante ella la realidad de aquella época (principio de los ochenta) que vivieron sus padres, la música, las drogas, el sida, tiene las páginas ilusorias del diario de su madre y tiene la historia oficial tuneada por sus familiares.
Como en sus anteriores películas, Carla Simón apunta a los detalles, filma climas y temperaturas, esta vez en agua no mediterránea, sabe atrapar luz e ideas y aquí, además, se permite la osadía de la ensoñación y la fabulación, arrebatándole al pasado de los padres fallecidos unas imágenes que nadie pudo ver. Las interpretaciones resultan equilibradas a pesar de la mezcla de novedad con veteranía; el peso lo lleva la joven y debutante Llúcia García, y junto a ella Tristán Ulloa, Janet Novás, José Ángel Egido, Miryam Gallego o el rockero Mitch Robles.
La película del danés Joachim Trier, 'Valor sentimental', se esperaba con curiosidad tras el impacto que tuvo la anterior, 'La peor persona del mundo', con la que ganó aquí el premio de interpretación Renate Reinsve, que vuelve a ser la protagonista ahora y con una historia no menos potente. El argumento se cuenta fácil: un padre director de cine, una hija actriz de teatro, una gran casa llena de fantasmas familiares, el proyecto de una última e íntima película que el padre le pide a la hija que interprete…, y una casa familiar con mucho tiempo pasado y reposado en sus paredes.
Grandes referencias
Joachim Trier pone a navegar su historia entre dos océanos, el de Bergman y el de Ibsen, con unos conflictos que apenas asoman la punta en unos personajes magníficamente trabajados y también interpretados, por Renate Reinsve, por Stellan Skarsgärd, por Inga Ibsdotter (la hermana) y por Elle Fanning, fantástica en un personaje que podría ser ella, el de una actriz americana en busca de un personaje que sienta de verdad. Además están esos actores nórdicos de guardia, como Jesper Christensen o Lena Endre, siempre como escapados de la cabeza de Bergman.
Pero Trier sabe manejar la seriedad de sus prestigiosos influjos y alternarla con una frescura y un sentido del humor que recuerdan a su anterior película; un drama, digamos, con cosquillas. Tiene muy buenos diálogos y momentos en los que conviven la ligereza con el precipicio y la conmoción; el arranque es espectacular con Rainsve y sus dudas de salir al escenario en un gran estreno, y la película avanza hacia arriba y organizada en diversos duetos interpretativos dignos de aplauso, entre padre e hija, entre hermanas, entre Skarsgärd y Elle Faning… En fin, dos títulos que deberían darles qué pensar al jurado.
'The Historia of Sound'
Hubo una tercera película en salir a competición, 'The History of Sound', del surafricano Oliver Hermanus, y que protagonizan Paul Mescal y Josh O'Connor. El título alude al talento del protagonista, que desde niño 'veía' los sonidos y desarrolló su facilidad para el canto de las viejas tonadas populares de Kentucky. Fue al Conservatorio de Boston y conoció a otro peculiar joven que coleccionaba canciones populares, era 1917 y comenzaba la guerra en el mundo. La película trata, o quiere tratar, muchos asuntos, aunque el de encontrar la música y el amor romántico y homosexual sean los más visibles. No es especialmente larga, pero lo parece, y hay que agarrarse a ella fundamentalmente por lo musical y por la intensidad idealista de sus enamorados personajes, que interpretan bien, pero sin cascabeleo, Mescal y O'Connor.
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