LA EXTROVERSIÓN Y LA CABRIOLA
Si algo se merece la figura de Tony Curtis es justo lo contrario de lo que pedía el título de la graciosa comedia que protagonizó para Alexander McKendrick, «No hagan olas». Una total, gigantesca y rítmica ola de brazos entusiastas para el actor más extrovertido, ... juguetón y con cara de llevar trío de ases aún sin cartas en la mano. Curtis tiene una filmografía tan larga que incluso incluye algunos dramas, historias negras y hasta negrísimas y desalmadas (podía hacer también, milagrosamente para su cara de guasa, de estrangulador y malhechor, de tipo torturado y torturador), pero lo que realmente le pedía el cuerpo era la comedia disparatada y la aventura romántica en la que pudiera saltar y porfiar como un muelle roto. Del mismo modo que hay actores de método, hay también actores de encanto, y Toni Curtis ha sido uno de los de mayor talento en este sentido, y tal vez sea su cima de actor de comedia y de encanto el personaje que interpreta en una de las obras maestras de Billy Wilder, «Con faldas y a lo loco», donde tiene al menos dos o tres de las mejores escenas de comedia que se hayan hecho nunca, y en especial ésa en la que consigue convencer a Marilyn Monroe de que es inmune a sus encantos y de que por mucho que lo besuquee él no siente nada…, mientras que se le empañan las gafas de pasta. Además de un gran y efectivo actor, Tony Curtis ha sido un dignísimo contraplano para algunas de las estrellas más deslumbrantes de la historia del cine, desde la propia Marilyn a Natalie Wood, Lauren Bacall, Gina Lollobrigida, Janet Leigh o hasta incluso Cary Grant. La sensación, al mirarlo ahora, es que ha sido un punto infravalorado como actor a pesar de su gran obra, pero eso es algo que empieza ya a ser corregido por la muerte, por el tiempo, por la memoria.
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