«La etiqueta de “social” me espanta, suena a aburrido»

—¿Le asustaba el tamaño de la película, mover tantos extras y medios?

—Bastante. Ha habido que hacer mucho curro previo. No es lo mismo planificar una escena con tres actores que con trescientos. Era la primera vez que me sentaba con el director de fotografía, Alex Catalán, y hacía la puesta en escena durante diez días, pensando plano a plano. Hubo interminables reuniones con producción, vestuario, arte…

—¿No le quitaba energía creativa?

—No, porque también es algo creativo. ¿Cómo van a ser estos indígenas?, ¿qué pinta tienen?. Al fin y al cabo, cada película que ha abordado la conquista se los ha inventado, porque los taínos se murieron.

—Defiende el cine social y político como algo que puede ser entretenido, pero ¿le preocupaba abusar?

—La etiqueta de «social» me espanta, porque pesa mucho y suena a aburrido, aunque no tiene por qué serlo. Sí defiendo un cine que después de la proyección deje un poso. La apuesta era plantear temas, una mirada sobre nuestra historia y nuestro presente, pero siempre desde unos personajes de carne y hueso, a los que les ocurre algo y nos llevan. Nunca quise perder de vista a Luis Tosar y su viaje personal, el sentido épico y de aventura.

—Como cine dentro del cine, no es un retrato especialmente amable. No es «La noche americana».

—Me gusta mucho eso. La peli siempre da una de cal y otra de arena. El cineasta que representa Gael quiere dar una visión diferente de la historia, pero luego no tiene sensibilidad suficiente para ver lo que ocurre delante de su nariz. Hay un punto de dar cera a estos progres, pero también hay un cierto homenaje, porque marcharse hasta allá para hacer una película diferente tiene mucho de aventura. Me gusta mucho la escena en la que a Gael le da un bajonazo.

—¿Tuvieron que reanimar a Icíar Bollaín de la misma manera?

—No me llegó a ocurrir, aunque había muchas escenas en las que yo pensaba: Socorro, que no nos pase.

—¿Cómo se plantea los dilemas morales del personaje? Como director. ¿el fin justifica siempre los medios?

—Hay una parte del personaje del director que tenemos todos. O te empeñas o las películas no se hacen. A veces la única manera de llevarte un buen material es no ceder. Esa obcecación es tu trabajo. Pero también piensas: no pasa nada porque no se haga una película.

—La cinta dice lo contrario. Todo pasa y al final queda la película.

—Claro que hay películas que quedan, pero a veces la realidad te puede y hay cosas más importantes. Por eso el director tiene que luchar.

—¿Hay que ser un poquito menos buena persona?

—Solo me he encontrado con situaciones así con niños. En la escena en la que la niña ve cómo le cortan el brazo a su padre, te planteas cómo colocarla en una situación tan angustiosa y qué derecho tienes. Tú quieres una imagen con verdad, pero para eso tienes que hacerle pasar un mal rato. Lo monté de modo que no supiera lo que iba a pasar, pero el chico es su hermano y aunque ella sabía que todo es mentira, hizo una toma y me dijo: «¿Tenemos que hacer muchas más?, porque me duele aquí», y se señalaba el corazón. Yo lloraba con ella y le dije: te juro que la vamos a hacer solo una vez más. Álex me preguntó si estaba segura, si tenía el material. Creo que sí, dije, no tengo la garantía, pero no tuve corazón para asegurarme más.