«Quien invoca espíritus corre el riesgo de ser poseído», afirma el padre Fortea
El sacerdote José Antonio Fortea, exorcista y experto en demonología, alaba la película «pues muestra las dos caras del exorcismo: la escéptica y la religiosa»
SUSANA GAVIÑA
MADRID. Sobrecogedora. Así es la película «El exorcismo de Emily Rose», dirigida por Scott Derrickson, que también firma el guión junto a Paul Harris Boardman. Un guión que está inspirado en una historia real ocurrida hace tres décadas en Alemania y que tiene ... nombre propio: Anneliese Michel. Esta adolescente sufrió durante años -de 1968 a 1976- extraños transtornos que fueron calificados como posesión por los sacerdotes que la trataron. Después de numerosas sesiones de exorcismo, la joven falleció. Como consecuencia de esta muerte, los sacerdotes fueron juzgados y condenados por no prestar auxilio a Anneliese que murió por desnutrición. Y es que entre los numerosos síntomas que padecía se encontraba la imposiblidad de digerir alimento -si lo hacía inmediatamente era expulsado por la nariz-. Esto provocó que la joven, de 1,80 metros de estatura, llegara a pesar cuarenta kilos y muriera de inanición. Treinta años después, el caso se ha reabierto en Alemania para aclarar algunos puntos oscuros.
«El exorcismo de Emily Rose» parte de esta historia, aunque no se ajusta al cien por ciento a ella, sin que se desvirtúe su objetivo: mostrar las consecuencias de un exorcismo a través de un juicio en el que se juzga a un sacerdote tras la muerte de una joven. En el banquillo se sientan el derecho a creer en el diablo y el derecho a combatirlo con las armas prescritas por la religión católica; y frente a él, el escepticismo racionalista y científico.
«La película refleja bien la existencia del espirítu -afirma el sacerdote José Antonio Fortea, experto en demonología y exorcista autorizado-. Ofrece, además, las dos visiones: la religiosa y la exceptica». Fortea quiere dejar bien clara cuál es la posición de la Iglesia frente a fenómenos como éste: «El demonio existe, se da la posesión y Jesús otorgo la palabra para combatirla. El que no crea en esto es un hereje». Asimismo, afirma que éste es un fenómeno que ha crecido mucho en las últimas décadas, debido en gran parte «a la práctica del esoterismo, la santería afrocubana, la magia o ritos similares, y la gente no está debidamente informada». Además se muestra tajante cuando afirma que «quien invoca a los espíritus corre el riesgo de ser poseído».
Fortea reconoce que el tratamiento de este tema ha ido cambiando en los últimos años, en parte debido al incremento de casos. «Ningún psiquiatra había apoyado la existencia del espíritu, algo que ahora ha cambiado». Y es que aquellos psiquiatras agnósticos que han sido testigos de una experiencia de este tipo «han terminado por creer». También es un hecho la creciente dedicación de sacerdotes al acto del exorcismo. «Hay dos en Londres, uno en Viena, en Italia hay en casi todas las diócesis...». España, donde se dan al año entre ocho y diez casos, cuenta con siete sacerdotes que realizan esta práctica que consiste, principalmente, «en aplicar el ritual: leer las oraciones a Dios para que salga el demonio». Sobre lo sucedido en Alemania, Fortea, que conoce bien el caso, asegura que la muerte de la joven fue consecuencia «de la inexperiencia de los sacerdotes, que tenían que haberla llevado al hospital y cuando estuviera bien físicamente seguir con el exorcismo».
Muy crítico con el racionalismo y la sociedad europea actual, «que ha dado la espalda al mundo del cristianismo», los principales focos de posesión hoy en día se encuentran en Haití, Brasil y las zonas profundas de África, «aunque también puede afectar a un profesor de Berkeley y no importa que sea ateo». Afecta, además «tanto a personas que profesan la religión musulmana o budista».
En cuanto a la existencia del diablo y de las posesiones, en opinión de Fortea éstas contribuyen a un fortalecimiento y aumento de los feligreses. «A corto plazo, el diablo hace sufrir, transforma la vida en un infierno, pero, a largo plazo, si le sucede a una persona, toda la familia se convierte. Es como un milagro, aquél al que le sucede es ya un converso».
Gran aficionado al cine, no puede evitar referirse al título de referencia en estos temas: «El exorcista» (1973). «Para mí es la mejor película de terror de la historia del cine», asegura, a lo que añade que su filmación estuvo marcada por la providencia. «Se hizo porque Dios la permitió para dejar este tema claro en una época de crisis. Era un apostolado a través de mostrar un rito».
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