La Berlinale le da otro Oso a Fernán-Gómez, «para que no la olvide»

BERLÍN. Anoche se proyectó en sesión especial «Para que no me olvides», película dirigida por Patricia Ferreira y protagonizada por Fernando Fernán-Gómez, Emma Vilarasau y Marta Etura. Este estreno servía de marco para el homenaje del Festival a Fernando Fernán-Gómez, quien, hombre esquivo, ... lo recibió de buena gana pero en las manos de sus compañeros de reparto, y Emma Vilarasau leyó un mensaje escrito por el actor agradeciendo el homenaje y haciendo un poco de «patria cinematográfica» Este es el segundo premio que recibe este actor con forma de oso (el premio, no el actor, se entiende), pues ganó ya dos Osos de Plata por sus interpretaciones en «Stico», de Jaime de Armiñán, y «El anacoreta», de Juan Estelrich.

Hasta ese momento, que fue a última hora de la noche, la competición del Festival se había puesto algo mas seria y política con dos películas de peso ideológico, la palestina (aunque su pasaporte es holandés, alemán y francés) «Paradise now», de Hany Abu-Assad, y la francesa «Le promeneur du Champ de Mars», de Robert Guediguian, un muy cercano retrato de Mitterrand en sus últimos días de poder y de vida. Y se completó la jornada con la película fuera de concurso «Tickets», que firman al limón Ermanno Olmi, Abbas Kiarostami y Ken Loach, que sacan de un viaje en tren a Roma tres historietas muy dignas y entretenidas.

En el cine político es fundamental tener un punto de vista, y el de la película palestina es claro y fijo, aunque se permite una sutil ojeada al otro terreno. Se centra en dos jóvenes palestinos que han sido «seleccionados» para ir a Tel Aviv y estallarse entre la gente, en sus últimas horas y en las circunstancias que les rodean. A pesar del sesgo con el que se trata la historia, el drama funciona en varios aspectos, aunque más en el personal que en el político, pues uno de esos jóvenes es hijo de lo que ellos llaman un «colaboracionista» al que asesinaron por ello.

Virtudes y defectos

«Paradise now» tiene tan a la vista sus virtudes como sus defectos. La película del marsellés Guediguian es peculiar dentro de su inamovible filmografía: cambia de lugares y de caras, y apoyándose precisamente en la del actor Michel Bouquet, que encarna a un profundo, inquietante y fascinante Francois Mitterrand, consigue un interesante fresco de la ultima Francia y de «lo» francés. También se apoya en la novela de Georges-Marc Benamou, que refleja una imagen irisada del expresidente y que pasa de puntillas por las zonas oscuras de Vichy (¡esos ecos eternos de colaboracionismo con los nazis!) y de otras aguas menores. Guediguian deja en la pantalla un Mitterrand magnífico, culto, inspirado, que se sabe el centro del mundo y que se dirige a una muerte a la que espera con grandeza envidiable. Si Mitterrand hubiera necesitado alguna vez un buen maquillador, ahí estaba Guediguian para bordar ese trabajo. Y si alguien preguntara ahora por los premios, no seria tanto para el maquillador, como para el actor: Michel Bouquet tiene al menos una pata del Oso en la mano. Y se nos ha escapado viva la película de Olmi, Kiarostami y Loach, ¿en que nos estamos convirtiendo?

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