FESTIVAL DE CANNES
La batalla contra el Sida y el zafarrancho del arte moderno
La francesa «120 pulsaciones por minuto» y la sueca «The square», proyectadas dentro de la Sección Oficial
Aún mantiene el festival a buen recaudo esas películas que maravillarán al mundo y que siempre apuntalan la Sección Oficial de Cannes como el mayor santuario para la peregrinación de cinéfilos. La francesa « 120 pulsaciones por minuto » y la sueca « The square », las recién salidas a competir por la Palma, tenían algunas virtudes y algún que otro momento glorioso, pero no daban para peregrinajes. Entre las dos películas se comían cinco horas del día (sin contar el IVA de esperas, traslados y cacheos), o sea, que estaban tan hinchadas como los precios de los menús en Cannes.
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Asuntos de interés, sí, pero ostensiblemente chapoteando para no hundirse en la melancolía del aburrimiento. La lucha contra el Sida en París durante los años ochenta, y contra la desidia política y farmacéutica, es de lo que trata la francesa, dirigida por el tunecino Robin Campillo ; y sobre la impostura del arte moderno y los bandazos morales en nuestra políticamente correcta sociedad eran los objetivos de la sueca.
«120 pulsaciones por minuto»
«120 pulsaciones por minuto» recoge los afanes asamblearios y activistas de un grupo que presiona a políticos y farmacéuticas para trabajar en favor de los colectivos afectados, que se debatían aquellos años entre la muerte, el rechazo y la invisibilidad , y está filmada con nervio toda su carga militante en sus discusiones y en sus actos violentos, aunque no pierde tampoco la ocasión de organizar un aquelarre melodramático a propósito de la relación, pasión y muerte de algunos de sus miembros.
La película fue considerada efectiva (tuvo muchos aplausos) como alegato y denuncia de una situación y circunstancias que convendría no olvidar, pero también como historia de amor y homosexualidad tratada con excesivo trapo convencional. Y el exceso de duración y de sobeteo emocional conseguía que una película interesante adquiera el temible aspecto de un adoquín .
«The square»
«The square», del sueco Ruben Ostlund , tiene tres o cuatro momentos grandiosos que caen como goterones de vinagre en una ensalada que puede parecer aburrida, pura y dura lechuga sobre la verborrea «intelectual» con la que suele envolverse el arte megamoderno. El protagonista es el conservador de un Museo de Arte Contemporáneo y el argumento lo enfrenta a una serie de contradicciones artísticas y personales que invitan a apiadarse de él, también a reírse pues hay un notable y vitriólico sentido del humor que planea por la demencial historia.
La gran secuencia de la película consiste en una « instalación » llena de realismo sucio cuando a una cena de gala y pretensiones irrumpe un fulano semidesnudo que gruñe como un gorila (fabuloso el actor Terry Notary ), que transmite la ferocidad y violencia de un mandril con dolor de muelas y que somete a los comensales «cool» a una tensión y humillación que casi le invitan a uno a comerse un plátano.
Hay conversaciones, reuniones, proyectos museísticos y radiografías sociales e intelectuales en ese justo equilibrio entre lo gracioso y lo inane …, y no resulta difícil agarrarse al palo de la brocha (los momentos de sexo y explicaciones entre Elisabeth Moss y Claes Bang son también muy grandes y correosos) aunque su desmedida duración te haga notar que te falta la escalera. El retrato de la Prensa , y de las ruedas de Prensa explicativas de los proyectos artísticos, le permiten a Ostlund reírse a lo bestia de los síndromes (incluido el de Tourette) del ser humano cuando se quita su piel de gorila.
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