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EL RECUADRO

Nuestros Tom Wolfe

Leídos aquellos libros de Tom Wolfe, saqué en conclusión que no había nada más viejo que el Nuevo Periodismo

Tom Wolfe fotografiado en la casa de La Pedrera durante una visita a Barcelona en 2013 INÉS BAUCELLS
Antonio Burgos

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Ahora que ha muerto Tom Wolfe, me acuso, padre de la Literatura, de que fui uno de tantos que a finales de los años 70 le rendí devoto culto de dulía, en aquella moda del Nuevo Periodismo cuyos ramalazos a lo Truman Capote nos llegaron ... a España casi al mismo tiempo que la restauración de la democracia. Admiré a Wolfe con su traje completamente blanco de la cabeza a los pies. Un traje que en España por entonces no tenían el valor de ponérselo más que Pepe Marchena o Miguel de Molina cantando «Don Triquitraque» o en la inolvidable entrevista televisiva que Carlos Herrera fue a hacerle a Buenos Aires. Aquel terno blanco de Wolfe, que dicen que le costaba cada uno mil y pico de dólares, un dinero, se trataba en realidad de un traje de primera comunión: de la nuestra con las ruedas de molino de la moda del Nuevo Periodismo. He de seguir confesando que, como marcaba la moda, me compré la edición de «La hoguera de las vanidades» en Anagrama, e incluso a un amigo que iba a Nueva York le encargué que de Barnes & Noble me trajera, en inglés, «The Right Stuff», su novela-reportaje sobre los héroes de la carrera espacial norteamericana, luego traducida aquí con el título de «Elegidos para la gloria».

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