Vacantes

Hace años que las mentes más preclaras nos llevan advirtiendo de que los puestos de trabajo que habrá en década y media aún no se han inventado. A ver qué le decimos al chico que estudie. En este sentido, hasta es lógico el déficit de perfiles digitales con que se están topando actualmente las empresas.

Ocurre en todas partes. Pero encima, como Andalucía es sitio chachi para trabajar, hasta aquí se están viniendo empresas tecnológicas de lo más top, que no sólo se traen mano de obra bien cualificada; también están revolucionando el mercado quedándose con los mejores empleados que encuentran en las compañías locales, a las que dejan desguarnecidas.

Al menos, cada vez son más las iniciativas tanto privadas como públicas que buscan sacar programadores y otros empleados con gafas así de debajo de las piedras. Ya sabe por dónde tiene que ir el chico, a poco que apunte maneras.

Lo que menos se puede entender es que al margen de lo digital, también se cuenten a miles las vacantes de trabajos mucho menos cualificados que ya se están quedando sin cubrir. Todo el mundo habrá escuchado de su restaurador favorito la dificultad tan grande que tiene para encontrar personal para un puente o cuando el jefe de sala coge una gripe. Y ya no es el 'págale más verás como encuentras'. También la falta de jefes de obra, capataces, albañiles o encofradores amenaza ya directamente la ejecución de los salvíficos fondos europeos.

Mientras, nuestras autoridades, siempre tan competentes, andan ahora enredadas en un caso de espías digno de Anacleto, agente secreto. Y en ello se les va la vida. Si alguna vez hablan de Educación, es para tirarse los trastos a la cabeza. Para pelearse por el nivel de dogmatismo a incluir en los libros de texto. Para cambiar la norma y que se pueda aprobar por la jeta. El desajuste formativo que lo resuelvan ellos. Como en Unamuno. Ahí sí que no avanzamos.