PÁSALO

Saliendo del armario

Lo de Cibeles fue mucho más que el recibimiento feliz a los campeones de Europa

En Elorrio, un pueblo del laberinto etarra, le han advertido en una pintada a dos jugadores vascos de la selección campeona de Europa, española para no confundirnos, que son unos traidores. El verso iba acompañado de una esvástica y de los nombres de Merino y ... Oyarzabal. Los mariachis de la extrema derecha catalana que se arrejuntan en torno a Puigdemont, en un prodigio de talento metafórico, colocaron en el pueblo del fugado una pancarta con leyenda en todos los idiomas posibles, incluido el lapón. La leyenda decía «Puta España». No podemos soportar tanto cariño como nos tienen los unos y los otros. Tanto cariño expresado, con intensidad inusual, en estos últimos años, donde han encontrado el afecto y la comprensión político de un sanchismo sin fronteras que se ha convertido en oenegé salvadora de tanto amor diferencial. El resto de los españoles, de derechas y de izquierdas, que se han sentido engañados por esos cuernos, han tragado tanto que han explotado su españolidad en estos días de la copa de Europa. El fútbol siempre fue un catalizador de emociones y sentimientos. Y en España, ante tanta desafección de nuestros enamorados enemigos, ha servido para ajustar los tornillos sentimentales de la identidad y liberar los demonios de la frustración nacional. A ver lo que dura.

Lo del lunes en Cibeles fue mucho más que el recibimiento de una selección campeona y del descubrimiento de un showman de categoría como el señor Morata. Apuntarlo para los Goyas. Porque sin un papel en la mano nos dejó una noche desbordante de sentimientos positivos y de cohesión geográfica. Protagonista estelar del Yo soy español, sin subtítulos. Nos invitó a un baño de españolidad, una explosión sentimental de fe en lo que somos y queremos ser, ese concepto familiar de un país unido y capaz por encima de la política de oportunidades y el supremacismo segregador. Una nación normal. Como tantas y tantas a las que, de alguna forma, envidiamos. En las redes se ha expresado este estado de ánimo, pletórico y tan liberador como el que sale del armario y se declara exento de duplicidad moral, con una frase ingeniosa: aprovechad el momento y sacad las banderas de España porque cuando pase el efecto de la Copa os llamarán fachas. La frase juega con ese maniqueísmo implantado a golpe de lavado de cerebro por la polarización. Eres demócrata o facha según a la hora que comulgues y con quién. Otra pamplina más de los tiempos que vivimos.

Frente a las esvásticas de Elorrio y a la Puta España de los mariachis de Puigdemont, toda la nación, sacó sus colores a la calle sin complejos, de corazón, para sorprendernos que una generación joven y esperanzadora, se impone a los relatos de nuestros amantes imperfectos. Con Galdós debieron acabar los episodios nacionales.

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