pásalo

Cubos de agua

Tirarle cubos de agua a los turistas no es la solución del problema

LAS reacciones contra el turismo masivo son cada vez más frecuentes y desagradables. Porque turistas somos todos. Aunque nos distingamos del resto del embarque creyéndonos viajeros ilustrados, ajenos y lejanos a la ola guiri que nos iguala. La masificación, la popularización del turismo, ha obrado ... el milagro, ayudado por esa mano amiga llamada vuelos de low cost. Todos viajamos y todos hacemos lo que un turista suele hacer cada vez que deja su casa: ocupar un lugar en un espacio que no es suyo, tensionar los límites de su capacidad, llenarse de admiración la boca viendo Pompeya y dejar dinero, mucho dinero, para que la ciudad visitada alimente a la economía que la mueve. Esto no pasaba hace cuarenta años. Cuando podían viajar ciertas élites sociales y los amigos de Jaime de Mora y Aragón. Ahora viaja el Tato con pantalones piratas, chancletaje mambí y mochila de campismo popular. Que tienen todo su derecho a hacerlo. En los tres meses de verano visitaron España 41 millones de personas que, para final de año, sumarán los 90 millones.

Somos muchos más viajando. Pero las ciudades que nos reclaman no amplían sus límites. Los atractivos siguen en sus cascos históricos. El Alcázar no te lo puedes llevar a Sevilla Este. Ni el Coliseo al extrarradio de Roma. Y, obviamente, se registran efectos colaterales, como incomodidad, hartazgo, sensación de invasión de la intimidad vecinal. Justo en ese clímax personal de saturación por la masificación es cuando los más exaltados reaccionan. Unos disparándoles con pistolas de aguas a los cruceristas en Barcelona. Otros organizando manifas como en Canarias con más de cincuenta mil personas reivindicando un turismo sostenible. En Sevilla, esta semana, a una familia británica que nos visitaba en uno de los cruceros, le arrojaron un cubo de agua en el barrio de Santa Cruz, como un extra de servicios locales para apaciguar el caloré… Se equivocan absolutamente. El turista no es, no somos, el enemigo.

Espantar turistas con pistolitas de agua, manifas, sorpresas hídricas al cubo y agresiones verbales a los guías es pegarse un tiro en el pie con una recortada. ¿Hay que repetir que vivimos del turismo? ¿Hay que volver a señalar que el impacto del turismo en el PIB nacional crece al 4,6%, el doble de lo que alcanza el resto de la economía? ¿Estamos seguros de saber que de cada cien euros que mueve nuestra actividad económica 13,2 proceden del turismo? Sevilla vive de lo que vive una ciudad turística. Eso provoca alteraciones e incomodidades que son necesarias corregirlas y normatizarlas. Pero se equivocan los que tiran cubos de agua a los que vienen a dejarse el dinero en nuestra ciudad. Esa no es la solución, seguro. Si te gusta el campo no te quejes de las vacas. Si tenemos que vivir del turismo, no olvidemos que también somos turistas…

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