Quemar los días

El Jesulín de Sergio Ramos

En otro tiempo, la jubilación del futbolista consistía en montar un concesionario de coches. Ahora, la adicción al aplauso los pone en ridículo

A veces tengo pulsiones masoquistas, lo confieso. Por ejemplo, puedo acabar en la sobremesa del sábado zampándome un bodrio alemán de Antena 3, o perder tiempo viendo vídeos miserables de tiktokers vocingleros, o incluso presenciar algún partido de Cuarta RFEF en la tele junto a ... mi hijo, que en materia de fútbol no le hace ascos a nada. Por eso, probablemente, caí en la tentación de ver el vídeo musical de Sergio Ramos y su celebrada canción Cibeles.

Ramos ha hecho lo que coloquialmente se conoce como «un Jesulín». La canción 'Te necesito toda' del torero de Ubrique, con la que sembró el terror en el Festival de Benidorm, ha acabado convirtiéndose, involuntariamente, en uno de los iconos más representativos de la televisión loca de los 90 en España. Pero el salto a la canción de Jesulín vino propiciado por una clara indigestión olfativa y visual: la de todas aquellas bragas que las mujeres le lanzaban al ruedo en aquellas no menos icónicas tardes de encierro televisado de seis cabestros con público exclusivamente femenino. A Ramos la pulsión musical le llega en plena fase talluda, cuando ralla los cuarenta y su carrera empieza a declinar.

En otro tiempo, la jubilación del futbolista consistía en montar un concesionario de coches, invertir en Letras del Tesoro o especular con chalés en la playa. Los más locuaces acababan en la radio o la televisión. Ahora ganan tanto dinero y, sobre todo, adquieren tanta fama, que necesitan mantenerla a cualquier precio. Son adictos del aplauso, aunque ello implique meterse en fregados bastante abucharantes.

La canción de Ramos no está mal, pero tampoco bien. Forma parte de esa nueva sensibilidad musical consistente en ahogar cualquier atisbo de habilidad vocal en una sobreproducción de mezclas, sonidos de estudio, autotune y demás quincallería para que lo que se escuche no indigeste del todo. Hoy todos están un poco en eso. El hijo de la Pantoja, por ejemplo, va del mismo palo, aunque en su caso no cabe hablar de hacer un Jesulín, porque a Paquirrín no se le conoce oficio previo al de «artista» (así, entrecomillado).

Volviendo al temazo de Ramos, no sé si la letra es suya, pero ahí es donde se le ve el cartón. Porque por mucho que se sobreproduzca el sonido, es inevitable que acabe haciéndote daño el nivel parvulario de los versos. En eso no hay mucha diferencia con la canción de Jesulín.

No creo que exista duda del talento balompédico del jugador camero. Y habrá poca gente que dude de su condición de central histórico en el fútbol español. Pero ahora que tanto proliferan los concesionarios chinos, Ramos podría haber encontrado un nicho más fiable y sobre todo discreto para ahorrarse tamaño ridículo. Ay, los futbolistas galácticos: cuánta gloria disfrutan y reparten, pero qué mala vejez les espera.

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