Vivimos como suizos

Los brazos de la presidencia

Hay más razones políticas que de las otras para criticarlas, pero todas son destacables

Complejidad (28/9/2023)

Insidiar (26/9/2023)

«Muchos jerséis negros de cuello alto nunca son demasiados» (Nora Ephron). [A las mujeres] «no les gusta llevar esos jerséis porque no les gusta pensar en su cuello, que no solo desean esconder, sino cuya existencia desean olvidar» (Natalia Ginzburg). Si me das a ... elegir entre tú y la riqueza, me quedo con Ephron. Pienso si Francina Armengol no tendrá pensamiento Ginzburg, pero dirigido a sus brazos. O sea, algo así como no me los voy a tapar, pero me gustaría olvidar que los tengo. Creo que no se los ha cubierto desde que llegó a Madrid. Desde que es la tercera autoridad. Que sí, que me acuerdo de Madeleine Albright: «El infierno tiene un lugar reservado a las mujeres que no apoyan a otras mujeres». Pero estaría bueno que no se pudiera hablar de los brazos de Armengol si ella se empeña en enseñarlos.

Una amiga sabia me dice que no señale los defectos propios. No me gustan mis brazos gordezuelos. No son brazos de reina. Por eso miro con admiración y estupor a Armengol. Hay quien ha criticado el vestido ligero del viernes pasado. Como un viso. Como si tratara de desvestir el cargo. A mí me ha llamado más la atención lo de los brazos día tras día. Y entiendo el calor. También que las mujeres tengamos un clima propio. Hemos hablado mucho de la oratoria asilvestrada de Óscar Puente. Y hace tiempo que tuvimos que hablar del intencionado y torpe aliño indumentario de hombres en camiseta, como Diego Cañamero. Tampoco hemos pasado por alto las zapatillas de Puente. A la secretaria de Estado Pam le parece machista criticar la forma de vestir de Armengol. «Criticadnos, por favor, por nuestras políticas, no por nuestro cuerpo, ropa o vidas privadas». No se preocupe, querida secretaria, que hay más razones políticas que de las otras para criticarlas. Y no se han callado.

En los 80 empezó a hablarse del 'power suit'. Ese tipo de ropa que llevaba Sigourney Weaver en 'Armas de mujer' demostrando autoridad con los trajes. Y antes, Faye Dunaway en 'Network'. En la vida real, Margaret Thatcher. En tiempos líquidos, el 'power suit' parece que lo representa cualquier ropa. La mujer demuestra su autoridad con su mera posición de poder. Aunque vaya en pijama. Vale. Meloni tiene poder y lleva unas chaquetas de Armani para robarlas. Viste el cargo de primera ministra y, a la vez, utiliza una marca italiana representativa del 'power dressing'. Será populista, pero también partidaria del 'establishment' textil.

No voy a hablar de decoro (menuda palabra), pero hay normas no escritas. La cómica Gilda Radner podía decir que el criterio que usaba para elegir su ropa era que no picara, pero no era presidenta de las Cortes.

Oriana Fallaci describió a su adorada Ginzburg: «Ni guapa ni elegante, con rebeca y falda de color azul ceniza, con ese aire un pelín apagado de tía soltera». Pero no era presidenta de las Cortes.

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