Perdigones de plata
Sorpresas veraniegas
Si cruza las frontera para montar el numerito que lo haga, pero que no se ande con acertijos
Y sin regatear
El remolino
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Iniciar sesiónMe disgustan las sorpresas. Nunca olvidaré aquel verano cuando, tras la siesta, mis padres, muy sonrientes y con aire de caridad máxima, me susurraron dulzones: «Tenemos algo que decirte, tenemos una sorpresa para ti». Me ilusioné como un perrete al cual le acaban de conceder ... una longaniza grasienta. A los 9 años te ilusionas con cualquier cosa porque mantienes una inocencia indecente. «Te hemos apuntado a una colonia de verano, estarás con otros niños, hay piscina y te lo pasarás bomba. Mañana te llevamos«. En efecto era un pequeñuelo inocente, pero aquella melodía me turbó bastante. Y tan ilusionados detecté a mis progenitores que, a mí vez, por no amargarles, simulé formidable ilusión.
Imagino que mis padres pretendían hacerme un favor. Al ser criatura educada a la francesa en Tánger, o sea en plan pitiminí, salí bastante pedante y miedica. Los chavales del pueblo, durante las vacaciones, me producían espanto, con lo cual siempre estaba en casa leyendo o jugando con mis soldaditos de plástico. A veces, escuchaba un lamento paterno dirigido a mi madre. «Este niño no quiere relacionarse con nadie… un poco raro sí es…» Se trataba, pues, de obligarme a socializar con el otro por las bravas. Vencer o morir, vaya. Y me arrastraron a esa colonia veraniega… Dormíamos 6 en cada habitación. El mayor tenía 14 tacos y se las sabía todas. Esa primera noche me soltó la mar de misterioso: «Aquí, te lo puedes pasar muy bien o muy mal…» Todavía hoy le sigo dando vueltas a su sentencia. ¿A qué se referiría? No lo averigüé. Tras desayunar al día siguiente llamé a mis padres, lloré como un verdadero mamón y mascullé: «¡Sacadme de aquí!» Mi padre no me dirigió la palabra cuando regresábamos a casa. No, no me gustan las sorpresas. Si Puigdemont cruza las frontera para montar el numerito del mártir detenido por la opresora España, que lo haga, pero que no se ande con acertijos, mensajes o medias tintas, no sea que le metan en el trullo y luego se ponga a llorar. Eso es muy ridículo. Tengo experiencia en la materia.
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