Perdigones de plata

El engaño y la amistad

La amistad requiere de ciertos sacrificios y entre ellos está el del piadoso engaño

Ni en Ceuta (4/8/2023)

Dominguero (31/7/2023)

Lees tranquilo frente al mar el 'Diario de posguerra en Madrid, 1943', de Rafael Cansinos Assens, y hay algo extraño en esto… Por un lado, la serena belleza de las aguas cristalinas allá en una cala poco transitada; por otro, la honda melancolía que ... exudan esas páginas. El contraste duele. No encontramos aquí el zafarrancho glorioso de los perdedores que aparecen en la monumental 'La novela de un literato', esa obra de Cansinos que nos descubrió la patética trastienda de la golfemia que tertuliaba saltando de café en café como una plaga de langostas, sino una infinita tristeza en vista de aquellos tiempos duros.

Y, de repente, el mazazo. El autor comenta la irrupción de un escritor que le frecuenta para leerle una obra de teatro que pretende estrenar con su recomendación, y anota lo siguiente: «Cumplimos nuestro deber de amistad, escuchando la aburrida lectura, y felicitamos al autor, que también el engaño es deber de amistad». Me zumba la cabeza, y no precisamente por el implacable sol, pues en mi condición de dominguero protejo la cabeza mediante una desflecada sombrilla que anuncia un marca de cerveza, con ese «también el engaño es deber de amistad». Estoy del lado de Cansinos. La amistad requiere de ciertos sacrificios y entre ellos está el del piadoso engaño. Tengo amigos pintores, poetas y novelistas, algunos consagrados y otros en fase, digamos, de encontrar su hueco en el sanguinario mundo de la creación artística, y cuando me enseñan lo suyo y encima cometen la osadía de pedirme opinión, lo tengo claro, siempre les conforto los tímpanos hasta extremos harto empalagosos. Aunque sus lienzos o sus textos se me antojen repugnantes porquerías que harían vomitar a una cabra, aplaudo sus aventuras. ¿Y quién soy para juzgarles con dureza, para soltarles una verdad que no es sino mi distorsionada verdad? Puedo equivocarme. Por suerte algunos amigos desprenden un talento colosal y, en esos casos, no se recurre al engaño. Entonces la amistad se refuerza con la admiración y uno respira tranquilo.

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