Perdigones de plata
Democracia tullida
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Iniciar sesiónDon Cándido proyecta mirada de ojillos entrecerrados como la de ese mandarín que es el jefe de los malos que desean exterminar a Bruce Lee en aquellas películas setentonas. Me causan cierto miedo esas pupilas porque proyectan algo tenebroso. Uno es miedica, qué le ... vamos a hacer. Gracias a don Cándido, a los de su cuerda y a su jefe Sánchez, en vez de fumigar al genio del kung-fu le han arreado una patada voladora a nuestra democracia hasta dejarla cojitranca. Ese primer torpedo ha herido de muerte al Estado de derecho. Pero falta la traca final, la apoteosis, el apocalipsis, la deflagración definitiva, la bomba 'penetrator' que reduciría nuestro tinglado hasta peligrosos extremos bananeros, tercermundistas, repugnantes. Me refiero a la ley que Bolaños pretende enchufarnos sin ruborizase para cargarse la independencia de los jueces. Si esto prospera tendremos una democracia tullida.
Sin togados independientes mangonearían a su antojo y desvirtuarían la esencia de la sacrosanta separación de poderes que asegura la higiene. Arriesgamos, España y los ciudadanos, el futuro inmediato. O quebramos el atropello bolañiano o esto se acaba. Ya sé que comentar este asunto no emociona a un buen número de compatriotas, y menos inmersos en esta brava ola de calor que nos mantiene humillados. Pero si no somos capaces, entre la oposición y los medios sensatos, de transmitir al personal la importancia de la trapacería que intentan imponer, o si a buena parte de la gente se la refanfinfla porque nuestras mentes, a estas alturas, sólo son capaces de cavilar acerca del destino vacacional, pues quizá merecemos la cornada que recibiremos. Como opinan algunos analistas, ciertos países optan por suicidarse a base de sumisión y docilidad. En efecto, observa uno enorme pachorra y calma chicha entre el respetable. Y no se trata de salvar el pellejo a los jueces, aquí nos jugamos demasiado y el hachazo nos afectará por igual porque estaremos en la sucias manos de los mandan en la actualidad, de los que, con delirantes leyes así, pretenden perpetuarse en el poder.
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