Perdigones de plata
La caída
También el Muro de Berlín parecía tan sólido como el de Adriano y en un suspiro se convirtió en escombrera
Dimitir en Japón
La visita
Durante años dominó el cotarro con mano de hierro. Sus gritos fruto de su eterno mal humor alcanzaban los rincones más lejanos de su imperio. Nadie osaba contradecirle y todos conocían sus alardes lúbricos de auténtico depredador, su saliva espesa y corrosiva de peligroso ... baboso profesional. Silenciaban sus trapacerías infectas porque sus estómagos dependían de sus mercedes, de sus caprichos. Quizá cuchicheaban atemorizados mientras vigilaban sus espaldas temiendo algún chivatazo que les condenase al ostracismo, a la muerte civil, a la miseria del atroz ninguneo.
Y tragaron. Vaya si tragaron. Imagino que pensaban, refugiados en sus moradas, acaso corroídos por el arrepentimiento, lo de «me callo porque ahí fuera hace mucho frío…». Todos en Hollywood, paraíso de las estrellas progres millonarias que luego aleccionan al personal desde sus rutilantes mansiones, oasis de glamur artificial heredero del cartón piedra, de la alfombra roja y del relámpago de flashes que te inmortalizan en favorecedor escorzo, sabían su lado oculto, miserable, violento. Pero al final, alguien movió una ficha, esta desencadenó la imparable tormenta y entonces, Harvey Weinstein, el capo del celuloide, el gerifalte máximo, se precipitó al abismo. Nadie hubiese esperado un talegazo tan rápido como estrepitoso. Tarde o temprano, todos caen. El Muro de Berlín parecía tan sólido como el de Adriano o como la Muralla China. Y en un suspiro, en apenas unas horas, se convirtió en pura escombrera bajo la furia de la ciudadanía harta de la esclavitud comunista. Nadie lo pronosticó pero asistimos a otra costalada histórica. A nuestro Sánchez se le supone una resistencia colosal, rayana con la magia, que despierta incluso desánimo entre sus adversarios. ¿Y qué más tiene que pasar para que se desintegre? Ignoro qué nos ofrecerá el futuro cercano, pero con lo que hay sobran los motivos para que abandone la partida tanta es la putrefacción que brota desde las cloacas. Todos caen, a veces basta un chispazo para desencadenar el definitivo apagón.
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