Suscribete a
ABC Premium

Perdigones de plata

La caída

También el Muro de Berlín parecía tan sólido como el de Adriano y en un suspiro se convirtió en escombrera

Dimitir en Japón

La visita

Ramón Palomar

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Durante años dominó el cotarro con mano de hierro. Sus gritos fruto de su eterno mal humor alcanzaban los rincones más lejanos de su imperio. Nadie osaba contradecirle y todos conocían sus alardes lúbricos de auténtico depredador, su saliva espesa y corrosiva de peligroso ... baboso profesional. Silenciaban sus trapacerías infectas porque sus estómagos dependían de sus mercedes, de sus caprichos. Quizá cuchicheaban atemorizados mientras vigilaban sus espaldas temiendo algún chivatazo que les condenase al ostracismo, a la muerte civil, a la miseria del atroz ninguneo.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación