tiempo recobrado
Nueva York
Siempre hay tráfico, las luces de los rascacielos no se apagan y se puede encontrar gente a cualquier hora de la madrugada
El retablo de las maravillas
El mal de fondo
La última vez que estuve en Nueva York fue hace 25 años. Había nevado y la temperatura marcaba veinte bajo cero. He vuelto hace unos días con un calor húmedo y asfixiante. En el edificio en el que vivo, el ruido permanente de las ... máquinas de refrigeración del patio impide conciliar el sueño. La ciudad es cara, está sucia y montones de sacos de basura se acumulan en la calle.
Utilizó el metro para desplazarme, que es el medio más rápido. El otro día lo cogí para ir a ver un partido en el Yankee Stadium y llegué al Bronx en 20 minutos. La frecuencia de los trenes es excelente, pero da la impresión de que no se ha invertido un centavo en las herrumbrosas y vetustas estaciones.
Nueva York es una ciudad en movimiento perpetuo. Siempre hay tráfico, las luces de los rascacielos no se apagan y se puede encontrar gente a cualquier hora de la madrugada. Se siguen construyendo moles que parecen aspirar a tocar el cielo. Llama la atención la proliferación de obras en el 'midtown' de Manhattan. Se podría decir que Nueva York está en construcción permanente. Es esa sensación de transformación y de provisionalidad lo que confiere su personalidad. Nada cambia porque todo se halla en una permanente evolución.
Ayer estuve en Brooklyn Heights al atardecer. El cielo se iba apagando mientras se encendían las luces de los rascacielos del sur de Manhattan. Daba la sensación de que el tiempo se había detenido para siempre. Busqué la plaza donde vivía Paul Auster, pero no la encontré. Recordé el personaje de 'Smoke', que hacía a diario una foto a la misma hora y con el mismo encuadre.
Si uno hiciera lo mismo en cualquier esquina de Nueva York, podría darse cuenta de que la ciudad nunca permanece igual a sí misma. Es un lugar sin esencia, sin identidad, de una belleza áspera e implacable, que nos hace sentirnos insignificantes.
Mientras paseo por la Tercera Avenida por la noche, me pregunto quiénes serán y cómo vivirán las personas que hay detrás de las ventanas iluminadas. Veo gente que deambula hablando en voz alta y otros que andan con la mirada perdida. Nadie mira a su alrededor. Todos parecen tan solos como los personajes de los cuadros de Hopper.
Nueva York es una ciudad de contrastes donde la riqueza y la pobreza coexisten en la misma manzana. Restaurantes de 200 dólares y antros que te dan un trozo de pizza por dos dólares. Unos al lado de los otros. Vi a una señora salir de un enorme coche y cruzó la calle, acompañada por su chófer con un paraguas. Pasó junto a un 'homeless' que pedía limosna. La lluvia rebotaba en la acera. La tormenta arreció y las calles se convirtieron en ríos. Tuve la impresión de que el fuerte aguacero lavaría los pecados de sus habitantes, pero en unos pocos minutos volvió a resplandecer el sol y la ciudad recobró su aterradora belleza.
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