Juan Manuel de Prada en la ciudad sin luz

Este es el escenario de 'Mil ojos esconde la noche', la última y monumental novela de Juan Manuel de Prada, de 1.600 páginas. Acaba de aparecer 'La ciudad sin luz', el primero de los dos volúmenes de la obra, en la que se narran las penalidades de los españoles en aquel París ocupado por los alemanes y vigilado por la Gestapo y las SS. Confieso que me he sentido atrapado desde la primera página a la última sin poder parar de leer. Es un texto adictivo en el que la brillantez de las metáforas va acompañada de una exhaustiva investigación de la biografía de personajes como César González-Ruano, Gregorio Marañón, Ana María Sagi, Pedro Urraca, el embajador Lequerica y otros muchos de los españoles, de uno y otro espectro ideológico, que intentaban sobrevivir en aquel París oscuro y miserable.

No voy a desvelar nada más sobre la trama de la novela, que, a mi juicio, es una de las obras más relevantes de la literatura española desde comienzos de siglo y que, sin duda, resulta la culminación del talento del autor ya desplegado en anteriores empeños como 'Las máscaras del héroe'.

Prada subraya en el epilogo que ha escrito a mano su libro, lo que tuvo como efecto varias lesiones en los dedos. Esto no es anecdótico porque revela el esfuerzo físico al que se somete todo creador y más en este caso, en el que hay una transustanciación entre los personajes y el autor que convierte la escritura en algo que respira.

Son muchas las lecturas de 'La ciudad sin luz', que es a la vez una crónica histórica, una novela picaresca y un esperpento valleinclanesco. Pero, sobre todo, hay en ella una amarga reflexión sobre la condición humana, Sus protagonistas se arrastran por el fango para sobrevivir en un París con toque de queda en el que los mil ojos de la noche escudriñan el interior de las almas.

La peor de las miserias es el miedo, que nos convierte en rehenes de la voluntad de otros. En última instancia, la novela de Prada trata sobre ese miedo que degrada y convierte a los hombres en marionetas. Muy pocos fueron capaces de mantener la dignidad en ese París en el que intelectuales como Picasso se plegaron a la barbarie nazi, fingiendo ignorar sus iniquidades.

La gran literatura es indefinible, siempre tiene algo que no se agota en las palabras. Sólo puedo recomendar a los lectores que se adentren en las páginas de esta gran fabulación.