En la hiperrealidad

El prototipo de colaborador que le gusta al presidente es Oscar Puente, premiado por su ofensiva intervención contra Feijóo en su fallida investidura. Es evidente, y éste es el mensaje que quiere trasladar Sánchez, que en el partido sólo prosperan los incondicionales. El que se mueve no sale en la foto.

Sabe que vienen tiempos muy difíciles y que va a tener que recorrer un camino lleno de dificultades. Por ello, no se puede permitir ni el más mínimo atisbo de duda o de deslealtad entre su equipo. Y, una vez más, demuestra que es imperturbable y que poco le importa que algunos de sus ministros como Grande-Marlaska estén quemados.

Hay muchos analistas y políticos de la oposición que piensan que Sánchez tiene una agenda secreta que pasa por deslegitimar la Transición, dejar la Constitución en papel mojado y crear un nuevo régimen en alianza con los nacionalistas. Yo creo que todo es mucho más sencillo. Lo único que verdaderamente le importa es mantenerse en el poder. Nunca se contradice porque lo que hace es adaptarse a las circunstancias.

El filósofo Jean Baudrillard recurrió al término de «hiperrealidad» para expresar la mutación que se ha producido en las sociedades postindustriales. Lo que sostenía es que resulta imposible distinguir entre lo real y lo imaginario, entre los hechos y el relato, de suerte que los dos planos son las caras de la misma moneda. «La verdad es un simulacro», afirmó.

Sánchez ha logrado transformar la realidad en simulacro y el simulacro en realidad. Y ello porque no es posible discernir entre convicciones e intereses, entre lo que piensa y lo que hace, entre el fin y los medios. Su habilidad es haber conseguido la absoluta confusión entre la ficción y lo factual. Ha creado el mundo de la hiperrealidad.

«¿Quién habla de la imaginación al poder? Nunca ha habido imaginación en el poder», apuntó Baudrillard. Se equivocaba y Sánchez es la demostración. Su éxito reside en su ilimitada capacidad de fabulación. Él se ocupa de inventar y sus ministros y delegados de ejecutar. Lo vimos el otro día cuando sus diputados le aplaudieron con entusiasmo. Cuando mañana haga lo contrario de lo que prometió, el apoyo será idéntico.

Su mérito, y lo digo sin ironía, es haber conseguido ese grado cero de la política en el que todo es subjetivo e interpretable. Las palabras, como decía Humpty Dumpty, significan lo que establece el que manda. El gran ilusionista seduce a su público con una hiperrealidad en la que todo es simulacro.